Poco después de que cumpliéramos un mes como pareja me dijo “lo siento, ya no puedo seguir siendo tu enamorada”. Fue atroz, como lo fue el previo “tenemos que conversar”. Cuando terminó de decirme la terrible frase, algunas lágrimas ya habían recorrido sus pómulos, luego me dio su justificación: “tengo un problema muy grande y no quiero arrastrarte conmigo”. Y le creí, porque no podía ser mentira y porque, al iniciar nuestra relación, lo había mencionado como parte del “fíjate en lo que te estás metiendo”.
En numerosas oportunidades me lo había hecho saber… Se le notaba triste, a pesar de los momentos grandiosos que podíamos pasar, a pesar de que a mi lado se pudiera sentir mucho más tranquila. Yo había aceptado andar con ella porque estaba convencido de que mi compañía la podía salvar y que mi ayuda la podría liberar de esa carga que seguramente la estaba asfixiando, pero no… aquél momento me destrozó el corazón: yo la quería, y ella a mí, como me lo anduvo repitiendo una y otra vez mientras me explicaba que todo aquello que le ocurría era más grande que los dos juntos.
Fue linda. Lo recuerdo. Su rostro diciéndome cosas tiernas, más allá del mal rato, destacando lo bueno de mi persona y recordando la forma en la que habíamos llegado a ser amigos y luego enamorados. Y le creí. Y mientras el dolor se apoderaba de todo mi yo, una idea se me quedó clavada en la cabeza, en la razón-sinrazón: “esta mujer vale la pena… no la quiero perder como amiga”. Así que lo acepté, triste porque sabía que no volvería a disfrutar de sus besos, pero contento –si puedo usar el término- porque entendía que iba a poder seguirla viendo y que, al mismo tiempo, no me iba a tratar como un perro. Ella no. Ella valía el esfuerzo.
Ese mismo día fui a buscarla al pie del edificio donde estudiaba inglés. Mi bobo era un nervio. Cuando la noté cerca, me sentí tranquilo, seguro de lo que iba a hacer. Ella me vio y se sorprendió muchísimo, más al ver que en mi mano portaba una rosa blanca esperanza. “Hola”, le dije, y si mi memoria no me falla, continué: “Yo sé que estás pasando por una situación muy complicada, así que yo no quiero ser una carga para ti… un problema… pero me gustaría estar allí si me necesitas, como novio, o como amigo. Y si me dices que podríamos estar más adelante, yo voy a esperar todo lo que haga falta”. La abracé. Nos besamos. Volvimos.
Cuando tenía 15 años mi primera enamorada terminó conmigo días antes de que cumpliéramos un mes juntos. “No sé exactamente qué es lo que siento por ti”, me soltó con lamento. “La hemos estado pasando muy bien, pero si seguimos posiblemente termines lastimado, y eso es algo que no deseo que pase”. Ok. Fue justo. Luego de hacer un versus de algunas palabras tiernas, la acompañé hasta su casa. “Esta es la última vez que nos vamos a dar un beso, que sea el de despedida”. Vaya niños que éramos, pero en nuestra inmadurez conveníamos un cierre de la historia lo suficientemente bueno para ambos. Dos semanas después, el balcón de la casa de un amigo fue el lugar en donde despejó sus dudas. “Siento celos cuando te veo con otra chica, algo debe de significar, ¿no?”. No tenía razones para no creerle, podía correr el riesgo. La abracé. Nos besamos. Volvimos. Tiempo después, se convirtió en una buena amiga. Supongo que cuando uno siente en una ruptura que la otra persona es sincera, vale la pena esforzarse por mantenerla cerca (o acabar bien, de la forma más madura posible), de una forma u otra, de lo contrario, conviene decir adiós, superar el duelo, y luego pasar a otra cosa.
My happy ending - Avril Lavigne
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tienes razón en algo, siempre debería haber una conclusión, un cierre a una historia un "closure", eso es lo que todos quisiéramos. pero la verdad (en mi opinión) es que no existe tal cosa como un "final feliz". solo en los cuentos, porque es así. pasas las páginas y se acaba el cuento. en la vida real el único final que existe es la muerte, y eso nunca es feliz. las relaciones son complejas, lo que hacen es transformarse o morir y entretanto solo jugamos entre nuestras propias expectativas de los demás. creo que uno siempre espera escuchar lo que calme su ansiedad...eso seria el "final feliz"?
ResponderEliminarUna de las peores cosas que uno puede tener es ansiedad... cuando no tienes ansiedad tienes una certeza (de si es sí o de si es no)... digamos, si tienes ansiedad por comerte un helado, una vez te lo comes ya no tienes ansiedad por eso y puedes, veamos, empujarte una hamburguesa... jajaja, algo así, pasar a otra cosa... es cierto que no hay un final feliz en el instante que a uno le dicen hasta acá nomás, pero dependiendo de cómo se de ese instante, muchas cosas pueden quedar... como la sensación de que esa persona, en algún momento, puede llegar a convertirse en una buena amiga una vez se supere la pena... una vez ocurre eso, ese sería el final feliz de una historia de dos, creo yo, por experiencia... yo he sido amigo, muy amigo de una ex, y genial, no hay nada como que una persona que te conoce en esas circunstancias te escuche y te diga avanza o te critique sabiendo tu modus operandi, jejeje, a eso me refería.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Besos y abrazos ;)