martes, 31 de agosto de 2010

Dos por uno

En agosto del 2009, cuando mi objetivo estaba puesto -como hoy- en viajar a Europa, tenía el sueño de presentarle mi vida a la familia de mi padrino que reside en Italia, sin embargo, las circunstancias me han retenido un quinto de lustro más, pero si Mahoma no va a la montaña...
Mi madrina vino y con su arribo un poco de la frustración de haberme querido poner de pie frente a ella con una alegría del 100% (como la que sentía exactamente hace un año). Yo había prometido no volver a dejar ir a nadie sin antes despedirme como es debido, pero eso, a estas alturas no es factible ya... al decirle "chau" por teléfono sentí por tercera vez en menos de dos semanas que alguien se me escapaba sin que yo pudiera darle el abrazo de rigor. "Nos vemos pronto, pero en Italia", me dijo, y yo: "Esa es la idea". Las cosas pasan por algo. Ya vendrán tiempos mejores.

Se va
como lluvia.
Se dispersa
sin abrazo
mas sí
con un pronto
nos veremos.
Se va
eso es todo
con distancia
y nostalgia.

A veces me gustaría tener el poder para ayudar a todo el mundo. Pese a que prometí ser en lo posible egoísta por una cuestión de salud mental, no puedo evitar desear contar con la experiencia y energía suficientes como para serle útil a la gente que quiero y a la que no también... a la que extraño y a la que no también... a la que espero y a la que no también...

Tu peux parler
avec moi
lo que busques
lo que necesites
si je ne l'ai pas
je lutterai
lo obtendré
sobre la marcha
quand tu le veux
donde quieras.

Talk to me - Stevie Nicks

lunes, 23 de agosto de 2010

Los demás

Nunca, jamás, voy a dejar de pensar que uno es lo que es gracias a las personas que acompañan: compañeros, enemigos, confidentes, familiares, extraños que se cruzaron por azar, etc., todos, de una forma u otra pasan a formar parte de nuestra experiencia y a regalarnos instantes diversos que, a la larga, forman nuestra personalidad. Hay un yo distinto en cada otro (la forma en que nos imaginan, nos quieren, nos odian, nos recuerdan). Hay, entre ellos, imagenes que destacan entre el resto, para bien o para mal, las cuales terminamos admirando, imitando, esquivando o superando... hay modelos... hay amigos. Aquí algunos de los que me dejaron un poquito de sí mismos en mi alma (los invito a hacer el mismo ejercicio):
Si le escribes una carta a otra persona automáticamente deja de pertenecerte a ti, así que debes entregársela algún día. Mi libertad siempre tiene la palabra exacta en el momento exacto. Siempre sabe cómo despabilarme. Me conoce al detalle, tanto, que a veces sabe lo que yo sé sin siquiera tomar nota del problema. Una de las últimas veces que conversamos me dijo algo así, más o menos: “Tú te puedes perder, pero a Diego, mi amigo, cuídalo, engríelo, porque lo quiero”.
¿Y cuánto amor vas a poder darle finalmente a tu gloria si es que ya lo has desperdiciado en otras chicas que no han valido la pena? No sé en qué momento nos hicimos amigos, mas sí en qué momento fue que nos desconectamos (por culpa de una mujer). Me enseñó que ser romántico y sensible vale la pena, que no hay que temer entregar el corazón cuando algo vale oro y que, a veces, un gesto, un detalle, es más preciso que mil palabras. ¡Ah!, y también que es muy distinto decir “te quiero mucho” a “te quiero”, a secas.
Gato. Nos hicimos patas en unas horas, caminando y conversando de todo, desde Sui Generis hasta de amores no correspondidos. Nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común y que la vida había sido muy justa en presentarnos. Su cabello, vaya, lindísimo. Su sonrisa, muy bella. Jamás me había sentido tan cómodo con alguien tan pronto y jamás me había costado tanto despedir a una chica en el aeropuerto. Me presentó a Benedetti, que es bastante, a mi yo caballeroso, a mi patria a través de sus ojos.
Nadie que se diga bueno a sí mismo va a querer cargar con algún peso en su conciencia. Todas las personas son egoístas ¿acaso podrías culpar a alguien por buscar su propia felicidad? No había llorado nunca ante un hombre que no fuera mi padre, pero no tuve problema alguno en convertirlo en el primero -o bueno, técnicamente el segundo- que me veía desarmado. Somos idénticos, quizá por eso nos llevamos tan bien: altruistas al extremo, idiotas que se saben idiotas, pañuelos de medio mundo, soñadores que aún creen en milagros y en encontrar a una mujer que les valore.

With a little help from my friends - The Beatles

jueves, 12 de agosto de 2010

August and everything after

Leí en la carátula August and everything after y le pregunté a la dueña del disco si eran buenos. Mi hermana me contestó que sí, “¿acaso nos has escuchado Mr. Jones?”. ¡Ah!, claro, desde luego, Mr. Jones, linda canción. Y me grabé el CD entero en un cassette y me lo llevé al primer viaje al interior del país en bus de mi vida: Huancayo en 1994. Lo escuché en el camino, de noche, contemplando la carretera, los campos apagados por la penumbra, los pueblitos que se aproximaban con sus luces, que a lo lejos parecían estrellas sobre un manto negro. Rain king fue la primera canción que me llamó la atención, luego Omaha y Round here. De regreso, la pasé mucho mejor, me relajó y me llenó de alegría… ni siquiera entendía de qué trataban las canciones, pero, como las mejores cosas del mundo, las sentía y eso bastaba.
Raining in Baltimore me llevaba –me lleva- hacia la nostalgia y Sullivan street se convirtió en mi canción favorita de un álbum que hasta el día de hoy me parece una maravilla.
La costumbre –siempre la costumbre- convirtió el mejor disco de Counting Crows en mi compañero favorito de viaje. Desde entonces, cada vez que tengo que salir de la capital, cada vez que subo a uno de esos vehículos tan satanizados tengo necesariamente que escuchar Perfect blue buildings, A murder of one o Anna begins.
El otro hábito que tengo respecto al August and everything after es el de oírlo –como la mayoría de la música que a mi entender vale la pena- en la más completa oscuridad, pues una vez apagado el sentido de la vista, el del oído se potencia y lo que se escucha va a mil sensaciones por segundo y eso me vale en demasía.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Bienvenida

Ya me tocará escribir en algún momento aquí algo sobre mi poeta preferido, mientras tanto...

Bienvenida - Mario Benedetti

Se me ocurre que vas a llegar distinta
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan sólo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabés
cómo te pienso y te enumero

después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco

yo nostalgio
tú nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie

tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros

no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable

ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
con hondura
con franqueza

sé que voy a quererte
sin preguntas
sé que vas a quererme
sin respuestas.

Ojos de videotape - Charly García

domingo, 8 de agosto de 2010

Creer o no creer

“Qué lindo que existan hombres que aún crean en el amor”, me expresaron al unísono un grupo de amigas hace unos días y, la verdad, pensé que, a diferencia de hace un año, cuando creía que el amor era la base de todo, se me había hecho sumamente complicado soltar el “sí” tras la pregunta de si creía o no en esa suerte de utopía. Lo que vino después fue algo válido: un amigo, que estaba escuchando la conversación, me aconsejó olvidarme de eso, pues no la iba a pasar bien siendo un creyente. “Así solo vas a conseguir que las chicas te digan que eres lindo y que bueno que existan hombres que aún crean en el amor”. Y claro, tenía razón. De un tiempo a esta parte empecé a creer que definitivamente el amor es algo vacío, que el hombre (aquél que vale la pena ser nombrado como tal) nace bueno y que son las mujeres la que al final lo decepcionan y terminan convirtiéndolo en un ser poco sentimental (o viceversa).
Hace un mes una chica que conocí en mi clase de francés me dijo que ella, después de algunas experiencias malas, había empezado a cuestionarlo también, “¿cómo creer en el amor así?”, y curiosamente yo le contesté lo siguiente: “¿Tu has amado? Yo sí, ¿cómo no voy a creer en el amor si yo he sentido que amo a otra persona? Más allá de que la mujer ante la que me abrí me tratara mal puedo estar seguro que eso existe, solo que la próxima vez debo asegurarme de recibir lo mismo, de lo contrario, la voy a pasar peor”.
Esto no tiene que ver nada con los tipos de amor que existen. Cuando alguien pregunta “¿tu crees en el amor?”, se refiere –entiendo yo- a la capacidad de darlo todo por otro y a la esperanza de encontrar a alguien con quien vivir pacíficamente el resto de nuestras vidas.
Una cosa es querer a alguien con nombre, digamos a Marita, porque es Marita, y otra quererla porque abraza, besa, porque tiene dinero o brinda una sensación de protección, pues eso no solo te lo puede dar Marita sino un millón de personas más. Amar es sentir que todo lo anterior solo puede ser alcanzado de la mano de Marita, de nadie más, porque, repito, es Marita, única e irrepetible entre el resto de la humanidad. Es gracioso, pero mis padres siempre discuten por las mismas cosas, una y otra vez, por ejemplo, porque mi viejita se demora mucho tiempo en sentarse a la mesa a la hora del almuerzo. Uno podría creer que eso es malo, pero cuando escucho a mi papá decir que extraña a mi mamá cuando sirve la comida un domingo a las 2 p.m. porque a esas alturas del día le estaría "jalando el hígado", le entiendo, porque es parte de su convivencia, porque Luis G. no viviría algo así con otra persona que no fuera Lidia G.
No es que uno no crea en el amor, porque me imagino que es parte del fin de todos. En todo caso es difícil mantener la fe en encontrar a la media naranja, la supuesta alma gemela, aquél ser capaz de adorarnos por encima de su propia conveniencia de forma incondicional. Y es allí donde llegan los golpes, la desilusión, la pena de estrellarnos una y otra vez contra el mismo muro con diferente apodo. Un día Pilar, al otro María, luego Lucía y Valentina… ¿y cuándo alguien que valga la pena? ¿cuándo alguien capaz de encender una chispa de cariño en el centro de un corazón frío y adolorido? A veces está ahí, solo que el riesgo es tan grande como siempre… entonces se prefiere evitar la fatiga y darle paso a todo aquello que nos pueda procurar sensaciones igual de intensas.

Por quien merece amor - Silvio Rodríguez