martes, 27 de abril de 2010

Al Fito lo que es del Fito

No recuerdo que canción de Fito Páez escuché por primera vez en mi vida, aunque puedo intuir que fue Mariposa tecknicolor. Lo que sí tengo claro en mi memoria fue cuando llegó el Euforia a mis manos allá por el año 1996 y lo que sentía al oír Cadaver exquisito cada vez que mi hermana la ponía en nuestro viejo equipo: extrañeza, pues no podía entender bien de qué iba la letra a nivel general (no conocía el término) , más si algunos de sus fragmentos, como mi vida gira en contradicción, jamás conquiste mi corazón o es tanta la tristeza y es tan ruin, celebro la experiencia feliz. Me pareció genial, como Tus regalos deberían de llegar, cuya letra recuerdo haberle escrito a mi amiga secreta en una carta, o un Vestido y un amor, un clásico y banda sonora de mi historia personal. Y ponía el disco en la obscuridad de mi cuarto. Y cantaba. Y soñaba mientras tanto que la chica que me gustaba por entonces iba a tocar mi puerta y a compartir mi escucha, en silencio. Y así, con Páez (y Charly García) empecé a coger la manía de hacer ello para soltar toda la pena que podía guardar mi bobo o para aferrar la alegría a mi ser, al tiempo que descubría también Tres agujas y Parte del aire, que hasta ahora me conmueven.
Si bien ya tenía en mi poder un cassette pirata made in Chiclayo de él, para conseguir mi siguiente album -original- del cantautor argentino tuve que regresar caminando muchas veces de la academia a mi casa o mantener mi hambre a raya para ahorrar. Así, conseguí hacerme con uno que rezaba "Grandes éxitos" adquirido en el desaparecido Discocentro de Jirón de la Unión y, posteriormente, el Amor después del amor, comprado para mi alegría en el corazón de Quilca. Canciones notables, muchas: la espectacular Giros (fotografía de distintos lugares, fotográficamente tan distantes), la alegre Rumba del piano, y la -a mi entender- fresca y optimista Un rosarino en Budapest (cuando yo me vaya de aquí me iré por todas partes, transformándome, cortaré una lágrima con una gillette y serán otras mis señales). De todas, me quedo por feeling con Creo, como imagen de todo lo que me rodeaba, digamos... año 2000: Creo que aún tal vez piensas en mí, creo poder captarlo. Creo que al fin nada tiene fin, creo desesperado. Creo que morir es una sensación, creo que vivir podría serlo pero ahora es algo mucho más real... No quiero nada que nos haga mal. Yo creo y con eso basta.
Luego llegó mi queridísima amiga Rosita, cantando Dar es dar... y la grandiosa sensación de que algo tienen estos años, que me hacen poner así procedente de Pétalo de sal.
Una vez superados los malos ratos... utilicé Lo que el viento nunca se llevó como bandera, tal cual hago con Don't spot me now de Queen. Era interesante: yo recostado en mi cama, con mi cabeza sobre el vientre de mi ex novia, riendo mientras escuchaba la siguiente estrofa:

Cuando el mundo se pone oscuro
se pone lento, todo mal
por el mundo, yo no me dejo desanimar
preferiría amarte y no pensar
siempre entre tus piernas quiero más
amar, amar, amar, amar
el paraíso es un lugar...

Pasó el tiempo... Páez vino varias al Perú y yo nunca tuve el dinero suficiente como para ir a verlo, aún cuando ya me encontraba trabajando... me imagino que la casualidad jugó en contra siempre, a diferencia de la buena fortuna de mi pata Ángel -aka Piwi- a quien hace unos días vi en medio de una noche un tanto lluviosa. Se va -se fue ya- a Buenos Aires y en breve verá al argentino jugando de local. En fin. Ahora mismo estoy enganchado con Brillante sobre el mic, Dos en la ciudad, A medio paso de tu amor (y cuando Lima fue París no sé si lo soñé), Bello abril, Tu sonrisa inolvidable (gracias Franz), y una canción a la que jamás le había prestado la debida atención, no tengo idea por qué, Fue amor (bueno, sí sé por qué XD).

PD: El Enemigos íntimos (con el maestrazo Sabina) es otra historia. Bye.

domingo, 25 de abril de 2010

Magia

Músico de aquellos, Gustavo Cerati dio un concierto en Lima anoche del que hoy recuerdo calidez, buen sonido y brillantez. Más allá de que es un artista que recientemente he descubierto y, por consiguiente, del cual no sé mucho (como solista), lo de anoche en mí fue cómodo. Esperaba tres canciones básicamente para darme por satisfecho. Tocó dos de ellas: Puente y Déjà vu. Dejó para la próxima Adiós, que en realidad quería bastante oír, pero ni modo, a cambio interpretó Magia y Tracción a sangre, que escuché por primera vez y, bueno, chévere.

Para más detalles, clic acá. :P

viernes, 23 de abril de 2010

Le llevo flores

Este es el último día que guardo duelo, el último día de pena arrolladora y seudoconsciente. Aquí vale la frase: nunca más. Es una lástima que al final haya sido solo un niño muerto, por más que le hubiera intentado guardar esperanza, pero así -supongo- es la vida. Hoy hubieran sido 84 meses de sueños compartidos, y como prometí... hoy le llevo flores a la tumba a aquél infante desahuciado, a aquél ser inocente que nunca pudo ver la luz, a un amor que yo pensé era tan grande que lo podía todo, pero que en realidad no logró cederle un poco de libertad a propósitos mayúsculos. Es una lástima, repito, porque cuando uno crece pierde la inocencia con el fin de ganar fuerza... para aguantar la pena y superar los golpes, uno tiende a hacerse duro, frío y en la aventura, el más dañado, deja algo de su corazón en el suelo a cambio de pasos hacia adelante. Yo quise con locura y racionalidad. Yo soñé, con posibles e inalcanzables. Yo lo dí todo, y ya no doy más. No tengo nada de que arrepentirme. Este es el último día que guardo duelo porque sí, porque vale la pena, solo por hoy... no voy a decir que soy un nuevo Diego, porque eso me parecería una estupidez, una cachetada a todos los que me han querido hasta ahora por mi forma de ser... soy el mismo idiota cursi de siempre, no sé si peor o mejor, pero ya lo averiguaré. Muchas gracias a todos los que me dieron la mano cuando más lo necesitaba, cuando me encontraba en el suelo desangrando tras golpes y golpes y el tiro de gracia que llegó desde donde menos me lo imaginaba... cada uno sabe lo que hizo (y el momento en que lo hizo). Y pongo ya las flores, siete... a la izquierda del roble...

  1. El primer beso. Un dixie jazz
  2. Le gustaba. Usted - Diego Torres
  3. Mes uno. Que no te daría yo - Alejandro Sanz
  4. Buen concierto. El baile y el salón - Café Tacuba
  5. Ayyy. Ligia Elena - Rubén Blades
  6. Último baile. Necesito un amor - Antonio Cartagena
  7. En Magdalena. Vasos vacíos - Los Fabulosos Cadillacs

A la izquierda del roble - Mario Benedetti

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.

El secreto es apoyarse digamos en un tronco
y oír a través del aire que admite ruidos muertos
como en Millán y Reyes galopan los tranvías.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños,
a que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
y ver cómo las nubes se disputan las copas
y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ah pero las parejas que huyen al Botánico
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
hablan por lo común de temas importantes
y se miran fanáticamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel
y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.

Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(también podría llamarlo almendro o araucaria
gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
hablan y por lo visto las palabras
se quedan conmovidas a mirarlos
ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar qué dicen
sobre todo si él muerde una ramita
y ella deja un zapato sobre el césped
sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír pero no puede.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.

Ayer llegó el otoño
el sol de otoño
y me sentí feliz
como hace mucho
qué linda estás
te quiero
en mi sueño
de noche
se escuchan las bocinas
el viento sobre el mar
y sin embargo aquello
también es el silencio
mírame así
te quiero
yo trabajo con ganas
hago números
fichas
discuto con cretinos
me distraigo y blasfemo
dame tu mano
ahora
ya lo sabés
te quiero
pienso a veces en Dios
bueno no tantas veces
no me gusta robar
su tiempo
y además está lejos
vos estás a mi lado
ahora mismo estoy triste
estoy triste y te quiero
ya pasarán las horas
la calle como un río
los árboles que ayudan
el cielo
los amigos
y qué suerte
te quiero
hace mucho era niño
hace mucho y qué importa
el azar era simple
como entrar en tus ojos
déjame entrar
te quiero
menos mal que te quiero.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puede ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.

Fíjense que él acusa con ternura
y ella se apoya contra la corteza
fíjense que él va tildando recuerdos
y ella se consterna misteriosamente.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.

Vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sólo de a ratos parecía
que iba a vivir
que iba a vencernos
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre
sin su futuro
sin su cielo
un niño muerto
sólo eso
maravilloso y condenado
quizá tuviera una sonrisa
como la tuya
dulce y honda
quizá tuviera un alma triste
como mi alma
poca cosa
quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
a usar el mundo
pero los niños que así vienen
muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura y sin sombra
qué verdad fácil y qué pena
yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto
ahora qué queda
sólo queda
medir la fe y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él
que no pudo ser nuestro
qué más
acaso cuando llegue
un veintitrés de abril y abismo
vos donde estés
llevale flores
que yo también iré contigo.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia.

Ahora la última nube ha resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.

El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan
para nadar desesperadamente.

Sin prevenciones me doy vuelta y siguen
aquellos dos a la izquierda del roble
eternos y escondidos en la lluvia
diciéndose quién sabe qué silencios.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas.

Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.

viernes, 16 de abril de 2010

Aprendizaje

aprendizaje.
(De aprendiz).
1. m. Acción y efecto de aprender algún arte, oficio u otra cosa.
2. m. Tiempo que en ello se emplea.
3. m. Psicol. Adquisición por la práctica de una conducta duradera.


Todos saben la verdad: la vida es dura, durísima, así que para enfrentarla es vital obtener con el tiempo algún tipo de arte. Cada vía está hecha de angustia o dicha: no hay modo de escapar, hay que seguir y considerar a cada paso que en definitiva hace falta más valor para sufrir que para morir o que la esperanza de que los que vendrán obtendrán más respuestas a partir de nuestro maratónico esfuerzo. La pena de ayer es la alegría de hoy. La experiencia que ganan los hombres es su mayor tesoro: ninguno se pierde en este mundo en vano.

Aprendizaje - Sui Generis

miércoles, 14 de abril de 2010

Duda

duda.
(De dudar).
1. f. Suspensión o indeterminación del ánimo entre dos juicios o dos decisiones, o bien acerca de un hecho o una noticia.
2. f. Vacilación del ánimo respecto a las creencias religiosas.
3. f. Cuestión que se propone para ventilarla o resolverla.


Eliminar cualquier tipo de vacilación. Resolver todo lo indeterminado... y seguir, con la seguridad que brindan las decisiones tomadas para bien. Coordinar ideas y conocimientos sin dejar que la incongruencia de una sensación nos quite la racionalidad en plena lucha. Para taparla, hay que estar convencidos de que todo lo que vendrá tendrá un sello distintivo, de esos de calidad insuperable. Indudablemente hay instantes de flaqueza, pero gracias al señor pasan... al señor confianza, claro está.

Fanky - Charly García

domingo, 11 de abril de 2010

El arte de amar

Tanto he estado hablando de Erick Fromm últimamente que me provocó recordar un poco de que va un libro suyo que si no me equivoco leí cuando tenía 12 años obligado por mi curso de literatura de tercer año de secundaria: El arte de amar, un texto que podría parecer aburrido por la forma en que está escrito, pero que está lleno de cosas interesantes.
Según el psicólogo alemán, el amor es un arte y como tal hay que saber cultivarlo en base a entendimiento, esfuerzo y ejercicio, es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que más queremos y la solución al eterno problema del hombre, quien sufre la necesidad de superar su individualidad, su separatidad.
En el amor hay que considerar el trabajo. Digamos que se ama aquello por lo que se trabaja, y se trabaja por lo que se ama. Asimismo, existe un segundo elemento ligado al amor, la responsabilidad, en su sentido más voluntario, no impuesto, pues este podría degenerar en dominación y posesividad. De allí la importancia de un tercer componente, el respeto, que no tiene nada que ver con sumisión, sino con la capacidad de ver a una persona tal cual es. ¿Cómo lograr ello? Desde el conocimiento: “Tengo que conocer a la otra persona y a mí mismo objetivamente para poder ver su realidad, o más bien, para dejar de lado las ilusiones, mi imagen irracionalmente deformada de ella. Solo conociendo objetivamente a un ser humano puedo entenderlo en su esencia”.
Hay, desde luego, varios tipos de amor en la obra de Fromm. El primero es el amor maternal, que puede simplificarse como amor incondicional, pues la madre representa para el hijo, instintivamente, el hogar natural del que proviene, a diferencia del amor paternal, que es condicional, pero no por ello menos fundamental, sobre todo en los años venideros al nacimiento del retoño: el papá será quien le muestre el camino al mundo a su hijo a partir de su guía y su autoridad, en respuesta, el hijo ganará disciplina, independencia y la habilidad de dominar la vida por sí mismo. De todo esto queda claro, clarísimo, que la base de la salud y de la madurez mental de una persona son fruto del éxito de la relación madre-hijo y padre-hijo.
El amor infantil sigue el principio "amo porque me aman", en tanto el fácilmente quebrantable amor inmaduro sigue el de “te amo porque te necesito”, a diferencia del maduro que es “te necesito porque te amo”, “me aman porque amo”. El amor fraternal es aquél entendido como el amor a todos los seres humanos y empieza a desarrollarse cuando amamos a quienes no “necesitamos” por un fin egoísta. Hay otro tipo, el amor erótico, que tiene que ver con la entrega a una sola persona y que puede ser engañoso, pues puede confundirse con el deseo sexual.
Ser objetivo y racional es parte del camino hacia el dominio del arte de amar. Además, es importante tener fe, no en una persona o una idea necesariamente, sino en las propias capacidades de uno y en otra persona, como demostración de confianza. Esto es tan trascendental que Fromm asegura que solo aquel capaz de tener fe en sí mismo es capaz de ser fiel a los demás. Para lograrlo hay que contar con coraje y una capacidad de arriesgarse que llegue a aceptar (y aguantar) dolor y desilusión. Y es que amar es un acto de fe, significa comprometerse, sin ningún tipo de garantía, y entregarse a la persona amada con la esperanza de producir mucho más amor que el que se brinda en un primer momento.
Personalmente, nunca he creído en eso de las almas gemelas. Es completamente ilógico pensar que en un mundo tan extenso dos personas terminen encontrándose por destino o casualidad. Considero que a partir de las concepciones que uno tiene sobre el amor y la capacidad para entregarnos y racionalizar los actos sin separarlos del corazón (madurez, le llaman), cualquier persona tiene la oportunidad de ligarse a otra y construir juntos su propia identidad, una identidad compartida que supere obstáculos apoyada por el respeto mutuo, el cariño, la convivencia y la importancia que tiene el uno en la vida del otro y viceversa. Solo así dos seres humanos se vuelven uno por los siglos de los siglos… allí simplemente no hay lugar para ningún tipo de egoísmo.

Solo el amor - Silvio Rodríguez

miércoles, 7 de abril de 2010

La libertad

Le brinda a uno la posibilidad de decidir llevar a cabo o no alguna acción. No soy filósofo, pero creo que es un concepto abstracto que linda con la voluntad, el derecho y los deberes que toda persona tiene como ser humano que vive en sociedad. No voy a entrar en más detalles de algo cuyo funcionamiento apenas puedo comprender… pero, rayos, ¿qué significa ser libre con exactitud? ¿acaso es una sensación o un estilo de vida? Bueno, a mi modesto entender la libertad consiste en hacer lo que uno desee, lo que nos haga felices, sin chocar con un tercero. Para hacer un buen uso de ella, creo yo, hay que tener cierto grado de madurez o experiencia, pues crecer significa aprender a utilizar ese don para hacer lo correcto, para seguir nuestros sueños y asegurarnos sobre el paso no aplastar los de los demás, aunque en algunos casos sea inexorable... como en un examen de admisión, por ejemplo, cuando la virtud de uno deja fuera de carrera inevitablemente a muchos otros. El hecho de vivir en comunidad implica que esa libertad necesariamente va a tener que ser limitada para beneficio de la colectividad, como cuando uno tiene una pareja, libremente se llegan a ciertos acuerdos que recortan alas para una cosa, pero que en práctica favorecen la convivencia y permiten hacer despegar otras mucho más importantes o interesantes. A fin de cuentas es como el dicho de Luder número 71 (Julio Ramón Ribeyro):

La libertad, por desgracia, no se puede compartir -dice Luder. Toda compañía, por agradable que sea, implica una cesión. Solo pueden ser libres los solitarios.

Chévere, ¿no? Ahora mismo tengo la libertad de poner otro más, ja!, el número 46:

Le preguntan a Luder por qué rompió con una amiga a la que adoraba.
-Porque no tenia ningún contacto con su pasado. Vivía constantemente proyectada en el tiempo por venir. Las personas incapaces de recordar son incapaces de amar.


Y finalmente, el número 72:

Hay que estar muy atentos -dice Luder- hay que estar día y noche atentísimos para descubrir la ventana por la cual podemos despegar intrépidamente hacia lo desconocido.


Libre - Nino Bravo

martes, 6 de abril de 2010

Así empezó todo

La vi llorando y me sentí fatal. No sabía quien era ella hasta que se presentó ante mí. En menos de un mes de mandarnos cartas habíamos descubierto que teníamos ciertas cosas en común: la música, la manera de ver el mundo, algunos sueños y, en especial, la pena. Sí, la pena. Porque de arranque nos contábamos lo solos que nos sentíamos, lo incomprendidos, lo absurdo que nos resultaba la frivolidad que nos rodeaba sin tregua. Yo era un completo idiota (un poco menos que ahora). Era casi un niño que temía hablarle a las chicas porque todas lo trataban de lindo, de pequeño. Ella era, al menos para mí, alguien inalcanzable, bella, omnipresente, casi una deidad en el centro de un universo llamado colegio, un ser incapaz de siquiera dirigirle la palabra a un cabeza hueca como yo. Y sin embargo, por un tiempo, fuimos amigos inseparables, y yo no tenía idea.
La vi llorando y me sentí fatal. Hasta antes de saber quién era la pensaba feliz. Era linda, repito, alucinaba que tenía el poder de estar con quien le diera la gana, algo importante cuando se es adolescente (casi todo gira en torno a ello cuando se tienen 15), pedirle a cualquier nerd que le hiciera la tarea, alborotar un salón con solo entrar o despertarle la libido a los más pintados, pero a través de sus misivas descubrí que, más allá de toda idealización, era humana y, peor, aparentemente andaba triste... algo tenía en la cabeza... algo que quizá hasta este instante no comprenda, aunque trato... trato.
La vi llorando. Antes de conocer su identidad le había prometido hacer todo lo que estuviera en mis manos para ser su pata derecha. La vi llorando, pude haber averiguado qué le pasaba en ese instante, la razón por la que las lágrimas bañaban sus mofletes. Lo pensé. Lo dudé. Bastó que un amigo me pidiera seguirlo, pues ya casi acababa el año y teníamos pensado aprovechar cada salida para irnos a jugar pelota o matarnos de risa al frente del quiosco de la tía, donde por lo general nos reuníamos a pasar el rato, a huevear. La vi llorando y me fui, la dejé... la abandoné con la conciencia de saberme idiota y a ella, linda, mucho más que nunca porque, a decir verdad, lo que reflejaba su exterior no era ni la mitad de bello de lo que tenía adentro.
Luego de frustrarme, luego de sentir que había perdido la oportunidad de ser su amigo, hice algo que me marcó sobremanera y me definió completamente: prometí que nunca más iba a dejar a alguien llorando frente a mí sin siquiera preguntarle que tenía o si podía ayudarle. Prometí no darle la espalada a nadie, sobre todo, a aquellos a los que quería o a los que podría querer... a las buenas personas.
Años más tarde la chica de la historia me contactó. Yo me encontraba estudiando en la Universidad San Marcos cuando esto ocurrió. Hablamos por el msn. Hablamos en persona. Hablamos por teléfono. Nos hicimos tan brothers que incluso alucinábamos que nuestros hijos iban a ser tan patas como nosotros lo éramos. La pena aún era el complemento de nuestros andares, por diferentes razones que posiblemente vaya contando en posts posteriores, pero nos teníamos mutuamente para desahogarnos y prestarnos sonrisas. Actualmente nos seguimos comunicando. Hoy, por ejemplo, me dio un par de consejos para recuperar la buena onda. Las cosas curiosas que tiene la vida. Cambio y fuera.

Un vestido y un amor - Fito Páez

lunes, 5 de abril de 2010

Alta fidelidad

Vi el video que acompaña este post y no pude evitar sentirme algo melancólico. “High Fidelity” es una de mis películas favoritas, no solo porque presenta una historia de amor de una forma bastante divertida, sino porque me identifico con el personaje principal, Rob Gordon, cuando recuerda a las mujeres que marcaron su vida.
Vi el video que acompaña este post y se me vino a la memoria la frase que suelta Rob en el momento que cree que su relación con su ex conviviente está definitivamente perdida: “Felicidades Laura, eres la número uno”, dice, en alusión a la lista (top5) de féminas que él consideraba que más daño le habían hecho.
Es una vaina, pero creo que uno siempre tiene que cerrar los capítulos, decir todo lo que se tiene que decir y luego seguir… el problema, como el de Rob, es cuando no se sabe el por qué… entonces las busca, para entender… vaya, guardarse todo el dolor adentro frustra… en fin, la película básicamente trata sobre eso a partir de una banda sonora excelente. Bastante recomendable.

sábado, 3 de abril de 2010

El decir no

Miro hacia atrás buscando el momento en que se jodió el Perú para mí y veo con extrañeza que no necesariamente fue hace 9 meses o 84, sino muchos años antes de eso, hartos en verdad. Ahora que lo reflexiono bien fue en setiembre de 1998, cuando escuché por primera vez que alguien me decía que era una muy buena persona y que si no cambiaba ello iba a sufrir muchísimo el resto de mi vida.
Una amiga y yo caminábamos rumbo a su casa luego de terminar nuestro curso de informática y dejar lo que por entonces era la sede primaria del Buen Pastor –hoy Universidad Sedes Sapientiae. “Eres un chico muy tierno”, recuerdo que me comentó en medio del parque de la Luna. “Tu problema es que nunca puedes decir no… y tienes que aprender a negarte, porque si no lo haces mucha gente va a pasarte por encima y vas a sufrir mucho”. Razón tendría cuando me lo dijo, pues meses más tarde no pude mover ni mi cabeza de un lado a otro cuando me pidió darle un beso y, días después, cuando terminó conmigo.
Tengo entendido que hay dos aspectos que definen el altruismo: la simpatía y el compromiso. El primero se apoya sobre valores de bondad y caridad, es decir, sobre un acto que se sabe va a beneficiar más a otro que a sí mismo, implicando un sacrificio personal. El compromiso, en tanto, se inscribe en una ética de la responsabilidad.
Supongo que ese ha sido mi problema desde que tengo razón. Casi siempre hago las cosas pensando en el resto, en lo que les puede hacer feliz y me olvido de lo que yo quiero. No puedo decir no si me piden algo, si me piden ayuda, si se esfuerzan… si me pagan con una sonrisa, me voy al cielo… si me dicen que soy “lo máximo”, al infinito. Pero ser buena gente es, aparentemente, como en el fondo me había dicho mi ex: una mierda, pues no todos se merecen ser tratados con cariño o respeto, pues el gentío tiende a relacionar caballerosidad con debilidad y facilidad para sacarle el jugo a alguien que puede dar mucho hasta hacerse daño.
Laboralmente me he llenado de chamba por ello, cuando es tan simple, debería de serlo, decir “no”. Sentimentalmente, cuantas veces he estado detrás de personas a las que he ayudado a salir de problemas grandiosos y, sobre el final, apenas pude ser reemplazado por una autoestima alta u otro amigo cercano, chau bacalao. “Siempre me voy a acordar de ti”, he escuchado hasta el cansancio en mi existencia que entiendo perfectamente que lugar en la otra persona ocupará en unos días o meses esa frase: el olvido. En otras oportunidades, ni siquiera “chévere, ahí te ves”. ¿Cómo fue que me volví tan idiota desde tan chico? Azu, esa es otra historia (y ya no creo que me aguanten tantas introspecciones).
Lo cierto es que ser romántico en una época como esta es super jodido. Pienso de pronto que tantos problemas se hubieran evitado si hubiera hecho caso… pero bueno, uno es lo que es gracias a las decisiones que toma, acertadas u equivocadas. Pa’ adelante nomás. El truco, ahora sé, es asegurarse que quien recibe el favor valga oro. ¿Cómo hacer eso? Mucha experiencia, no queda otra. Gracias al cielo, golpe avisa.

Maestra vida - Rubén Blades

jueves, 1 de abril de 2010

Odio

odio.
(Del lat. odĭum).
1. m. Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea.


No hay sentimiento más básico, sin acepciones. Para llegar hasta él no hacen falta demasiados pasos, mas sí para escapar de su antojo. Antipatía por una causa, ganas de destrozarlo todo al andar como un huracán que no deja almas felices ni hogar al cual volver. Como el amor es necesario... para olvidar, por ejemplo, o para ocultar una debilidad. Esconde un móvil mucho más complejo, pero vale, pues no todo es luz en este orbe... también hay mucha oscuridad que atacar sin siquiera dejar caer una diminuta lágrima o un poquitito de pena.

Mi huracán llevaba tu nombre - Panda