viernes, 30 de agosto de 2013

Bitácora de un gato en París: Decir chau y adiós

Confirmé que no me gustaban las despedidas cuando miré a mis padres, hermanos y a mis mejores amigos mover sus manos y decirme "chau" hace como un año, cuando dejé Lima y vine a estudiar a París. Son tristes, sí, y te dejan la sensación de que estás dejando atrás algo importante que difícilmente puedas volver a ver. En aquella oportunidad fue triste, sí, pero en el fondo sabía que era más un "hasta pronto", ya que iba a ver a toda esta gente genial nuevamente, porque viven en mi país y porque son personas que quiero, que me quieren y que de hecho harían lo que estuviera a su alcance para reencontrarse conmigo. Por otro lado, es aún más triste, sí, cuando le dices "adiós" a alguien que no sabes a ciencia cierta si volverás a ver en lo que te resta de vida. Por ello mismo, y como he estado tratando de hacer, pese a que no me gustan las despedidas, intento pasar la mayor cantidad de tiempo posible con los amigos que he hecho en Francia. Duele, a varios ya les he dicho "adiós", por más que en algunos casos, tal vez, sea solo un "chau, hasta pronto", considerando que la mayoría de ellos son latinos y ahora, más que nunca, tenemos planes de viajar por todos nuestros países (si se da la oportunidad). Y pensar que antes no tenía a quien abrazar.
Por otro lado, algo que me parece atroz de una despedida es que cuando llega hace que todas nuestras expectativas respecto a lo importante que somos para alguien se disuelvan. Es triste, sí, cuando crees que le importas mucho a una persona y ella no reacciona al verte partir.


PD: Nunca hay que dar por sentado nada, la verdad. La mujer que yo creía el amor de mi vida se despidió de mi en un aeropuerto. Yo le había prometido no llorar y me tragué mi dolor con tal de no hacerle sentir mal. Justo antes de meterse al embarque me miró con cara de "te quiero abrazar", pero lejos de poder correr a sus brazos, sabía que a nuestro lado estaba su madre, quien me detestaba -entre otras cosas- por "pobre", y si me le lanzaba -como que tenía ganas de hacerlo- seguro esta hubiera armado un escándalo destructivo para la condición en la que se encontraba mi ex (despidiéndose de sus seres queridos). Así que la miré con cariño y le sonreí mi mejor sonrisa obligándome a decirle solo un "hasta pronto". Durante los meses siguientes le repetía a la distancia que me moría de ganas de darle aquél abrazo que nunca le di, que eso sería lo primero que haría al darle el alcance en París, pero como "todo tiene su final, nada dura para siempre", la relación se hizo trizas y ese abrazo se secó en el desierto de lo imposible. Conclusión: Nunca más dar por sentado algo... y abrazar mucho a quienes queremos como si no los fuéramos a ver jamás.

La despedida - Daddy Yankee

miércoles, 28 de agosto de 2013

¿Qué es la poesía?

¿Qué es la poesía? - Gustavo Adolfo Becker

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.

ENTONCES... pienso...

-Dime que me quieres
-Te quiero... pero, a veces las palabras no alcanzan para decir lo que uno siente. La poesía es ir más allá. Es superar los límites de la palabra para poder brindar una imagen de aquello que se tiene en el corazón.
-Dime que me quieres...
-Ok, te lo digo a ti, que estás sola...

Intimidad - Mario Benedetti

Soñamos juntos
juntos despertamos
el tiempo hace o deshace
mientras tanto

no le importan tu sueño
ni mi sueño
somos torpes
o demasiado cautos

pensamos que no cae
esa gaviota
creemos que es eterno
este conjuro
que la batalla es nuestra
o de ninguno

juntos vivimos
sucumbimos juntos
pero esa destrucción
es una broma
un detalle una ráfaga

un vestigio
y un abrirse y cerrarse
el paraíso

ya nuestra intimidad
es tan inmensa
que la muerte la esconde
en su vacío

quiero que me relates
el duelo que te callas

por mi parte te ofrezco
mi última confianza

estás sola
estoy solo
pero a veces
puede la soledad
ser
una llama.

L'amour - Carla Bruni

martes, 27 de agosto de 2013

Sobre violines y adioses

Decir adiós es difícil. Despedirse de un ser querido es terrible, asusta tanto o más que cambiar un sueño por otro... La muerte es el último escalón. De ella no escapan ni los más sabios ni los menos guapos. Violines en el cielo presenta la historia de Daigo Kobayashi, el ex celista de una orquesta sinfónica disuelta. El desempleo lo obliga a regresar a su pueblo natal en donde se termina dedicando al arte de preparar difuntos para su último viaje, un trabajo menospreciado que le traerá algunos problemas y cuestionamientos.
La cinta data del 2008 y se hizo acreedora al Óscar a la mejor película extranjera. Es super, porque, como me dijo la persona que me la recomendó, trata sobre un tema que le atañe mucho a la vida: la propia muerte.  Yo añado, como plus a la experiencia, que tiene momentos muy divertidos -a pesar de tratarse de un drama- y que otros temas encerrados en torno al principal son el orgullo, el cariño por lo que uno hace y las sorpresas que nos pueden dar las personas, que no porque callen o se encuentren lejos dejan de querer (pues cada quien tiene sus motivos, sean correctos o no). Una obra de arte.

viernes, 23 de agosto de 2013

Mis problemas con las mujeres

Hay cosas que un hombre nunca llega a saber: los deseos ocultos de una mujer ♫



Quizá sea la víspera del inminente viaje de retorno (aunque aún no sepa cuando pisaré Lima, sé que viajaré a un país más civilizado el 6 de setiembre: Inglaterra), pero ahora mismo me siento un poco consternado porque creo que los problemas del bobo que dejé atrás, hace un año, pueden volver a presentarse a mi regreso, como si el tiempo no hubiera pasado. Es cierto, vivir en París me ha hecho tener otra visión de la vida, pero si bien yo he cambiado, crecido o mejorado (como quieran tomarlo), en mi tierra todo sigue igual... la gente sigue siendo la misma. Mientras pienso por unos segundos en todas estas estupideces, me mojo un poco la cabeza y termino concluyendo: aún estoy en Francia. Aún hay días de diversión y sufrimiento por aquí... ya cuando este por allá, dios proveerá.

PD: ¿Será el 23?

Pero siempre que acabo con chicas de mi edad termino con problemas, con bastantes problemas ♫

miércoles, 21 de agosto de 2013

Bitácora de un gato en París: Nadar

Supongo que es así como deberían funcionar los lugares públicos en un país civilizado: ordenadamente. Al menos aquí eso resulta con las piscinas de la ciudad. Tres euros y puedes practicar un deporte sumamente beneficioso para la salud. Yo fui ayer y fue... mmm... primero un poco raro, pero luego interesante. De arranque te piden respetar algo que llaman el circuito de limpieza: entras sin zapatos a la zona de vestidores, te cambias, allí dejas todo a excepción de tu toalla, luego pasas a las duchas por el remojón de rigor y, finalmente, al agua patos. Al salir, haces lo mismo, pero al revés, garantizando -supuestamente- la menor cantidad de gérmenes en los ambientes compartidos. Lo de sentirme raro pasó cuando vi que yo era el único con shorts en el lugar y la verdad me sentía observado, hecho que se confirmó cuando un empleado me dijo que no podía entrar con esa ropa a la piscina, así que me tocó comprarme un nadador super pegado con el que regresé al ruedo. Si en Perú se me hubiera ocurrido ir así a una piscina o a la playa definitivamente se me hubiera tildado de gay o raro y la gente se hubiera matado de risa en mi cara sin ningún remordimiento. Y allí estaba yo todo apretado, con un gorro en la cabeza, recordando un capítulo de Seinfeld en el que George sufre los estragos causados por el agua fría (if you know what I mean), y con una amiga que me sonreía y se divertía ante mi roche. Luego todo fue agradable, pues nadando uno se puede olvidar de todos sus problemas. En Francia las piscinas no existen como en Perú -generalmente- para divertirse haciendo chacota, por el contrario, son lugares en los que se va a hacer ejercicio, por ello mismo no puedes "relajarte" de espaldas dejándote llevar por el agua, bucear a lo loco o cruzarte frente a alguien de golpe. Hay que nadar y nadar, de un lado hacia otro, sin molestar al resto, sudar, por así decirlo. De allí que sea importante entrar con la indumentaria adecuada, por más que uno no este acostumbrado a tomarse el asunto tan en serio.

PD: También debió de ser gracioso verme sufriendo en las partes de la piscina que superaban los dos metros de hondo, pienso, por mi antiguo trauma y la manera en que me agarraba a los bordes, pero bueno... al temor no hay que hacerle caso.

Nightswimming - REM

sábado, 17 de agosto de 2013

Bitácora de un gato en París: Noche de juerga

Un parisino loco empezó a gritarme en el metro. Hablaba un pésimo francés, pero en su media lengua entendí que lo que quería era que me hiciera a un lado, pues supuestamente estaba estorbando el paso de la gente. En el vagón no habían muchas personas y las pocas que estaban detrás mío no tenían intenciones de salir aún del tren, así que, por lo que supe, el tipo aquél solo buscaba hacer una cosa: joder. "Estás loco", le dije en español sonriéndole. "Y después no quieren que pensemos que los franceses son malhumorados", y le seguí sonriendo mientras me colocaba a un costado. No dejé de hacerlo hasta que me bajé del metro, ya que creo que un acto así de cagón es mejor responderlo con algo completamente inesperado para ellos: la buena onda.
Por la noche, dos amigas rumanas y yo nos encontramos en la estación Passy y nos dirigimos a la soirée del Péniche River's King. En la entrada habían tres sujetos encargados de la seguridad y el acceso. Cuando nos acercamos, uno de ellos nos preguntó a dónde íbamos y, desde luego, le respondimos que a la fiesta. En el acto, otro nos aseguró que si no teníamos tickets no podíamos entrar (algo que no se señalaba en ningún momento en la publicidad del evento). "Desde luego que no los tenemos, los vamos a comprar", y un tercero, un tipo gordo y moreno, nos contestó -extrañamente- con ironía: "No me hicieron caso, entonces no los dejo entrar, así de simple". Fue tan extraño que al "quejarnos" con el equivalente a lo que en Lima sería un serenazgo este nos dijo: "Très bizarre, qué lástima que los hayan tratado así, lo siento". No había nada de raro en nuestro actuar, salvo que era obvio que los tres somos extranjeros. Sobre eso, éramos dos mujeres y un chico, ¡genial!, pues en París no dejan entrar a las discotecas a grupos formados solo por hombres o por muchos hombres y pocas chicas, lo cual deja eso de la liberté y la egalité tirando cintura. Ya la fraternité había sido dejada de lado. Como la noche aún era joven y teníamos que hacer lo posible por pasarla bien, nos fuimos buscando baile al Duplex, una discoteca ubicada muy cerca del Arco del Triunfo que tiene la particularidad de contar con dos pisos, cada uno con un tipo de música distinto al otro.


Sobre esto último, a pesar de que todo el tiempo trato de divertirme con lo que tengo a la mano, debo aclarar que no me gusta la música que pasan en las discotecas parisinas, ni siquiera en las que juran tener una "noche latina", pues aquí asocian "latino" con un "reguetón" que dios sabrá de qué parte de Latinoamérica vendrá. Por si fuera poco, cuando pasan alguna canción medianamente divertida -para nosotros, los latinos- como Ai se eu te pego (XD), los DJ's la destrozan remixeándola, algo que nos pasó anoche con I gotta feeling de los Black Eyed Peas. Asimismo, llega un momento de la noche en el que uno la tiene que pensar bien si quedarse o pollitos en fuga, pues los metros solo pasan los fines de semana a más tardar hasta las dos de la mañana, luego de eso toca tomar taxi para volver a casa (que no es algo práctico, sino carísimo) o esperar en el local a que las estaciones abran, golpe de 5:30 a.m. Ergo: si no la estás pasando bien y ya no hay posibilidades de coger un tren, pues caballero toca aguardar hasta que canten los gallos con el cansancio y el aburrimiento encima. Por eso, uno puede llegar a sentirse cenicienta en París, solo que en lugar de un príncipe azul hay que lidiar con los controladores.   


Pasando a lo que a ustedes les gusta: si se es varón, hay que tener las pelotas bien grandes o el dinero suficiente para levantar (sí, gozones, seguro eso querían saber). Lo de no poder ir a un local solo hombres no lo entiendo, pues si necesariamente tienes que ir con chicas para poder entrar, ¿cómo haces para decirles "amiga, te dejo bailando sola porque yo voy a ir a hacerle el habla a esa rubia que está más buena que el pan"? Por otro lado, las chicas son super mmmf, saben lo que quieren y están para cualquiera que la sepa hacer (bueno, nunca tanto). Asimismo, los chicos parecen cazadores al asecho de toda presa, sea rala o taipá. Estos pueden llegar a ser muy intrusivos (e incluso prepotentes y agresivos), tanto que llegan a desesperar, pues no entienden lo que es "no" y primero aprietan antes de preguntar "habla, ¿vas?" (eso en Lima sería causal de golpe directo al caramelo). En mi grupo de dos mujeres y un hombre soy, por ejemplo, invisible. Los tipos vienen a hablarles a mis amigas como si yo no existiera (eso en Lima sería causal de golpe directo a las boloñas), aunque para mi buena estrella y ego, cuando esto ocurre ellas se me pegan y les dicen "estamos con él". Lo que sigue a eso es mi guiño de ojo y una frase: "Man, I'm a lucky guy".
Si no hay billete, no te la puedes pegar en una discoteca en París. La de anoche tenía unos precios de infarto: un shot de tequila estaba 11 euros, la chela igual. Después de los 20 euros de la entrada, "hablaos causa". Lo curioso es que una botella de vino decente cuesta cerca de cuatro euros en un supermercado y la cerveza en un bar (como los de la rue Mouffetard) cuesta tres euros la pinta, así que si estás misión imposible una discoteca parisina no es un buen lugar para tomar alcohol, por el contrario, sí es un buen lugar para llegar mamado, aunque, claro, si estás ebrio corres el riesgo de que no te dejen entrar: una con otra. Honestamente, yo sigo pensando que no hay nada como el Centro de Lima para tonear: previas con una catedral en el Bolivarcito, bailar en El Directorio tomando unas Pilsen al polo, seguirla en el Bichama con unos márgaros y terminar desayunando pollo a la brasa en el Beguis de Colmena a las seis de la mañana, ¿qué más se le puede pedir a la vida?


PD: De las cosas más raras que me han pasado aquí en estos trotes menciono dos: 1) Entro al baño de hombres de una discoteca y me pongo a hacer fila para pasar a los urinarios. Habían dos, con dos tipos haciendo su negocio. De pronto, uno de ellos le empezó a ver la cuestión al otro y se ponen a conversar. El observado volteó luego con su vaina en la mano y me empezó a preguntar si me parecía que era grande o pequeña al tiempo que insultaba al otro tildándolo de ¿gay? ¿mirón? ¿criticón? Como mi mente latina no pudo con la escena me fui a hacer cola a un cubículo. Cuando se abrió el que esperaba, algo más razonable ocurrió: de él salieron un hombre y una mujer: provecho. 2) "Ustedes los latinos son muy conservadores", me dijo una amiga francesa al ver mi sorpresa por la disposición de los baños de hombre y mujer en el Club Mix: el mismo ambiente para ambos géneros. Chicos a los urinarios. Chicas a los cubículos. Uno puede estar meando mientras el reflejo de ello es trasmitido por el espejo a todos las personas que se encuentran aguardando su turno, sin distinción de sexo, color, orientación, tamaño o religión. Nunca tomé una sola cerveza en ese local.       

Feel so close - Calvin Harris

viernes, 16 de agosto de 2013

Bitácora de un gato en París: Arco del Triunfo

Ya casi todo está consumado. Hoy fui a recoger mi pasaporte con una renovación de visa para poder entrar al Reino Unido. El trámite duró una semana. Todo fue muy ordenado y sin ninguna sorpresa, algo que deberían aprender aquí en Francia. Justamente, a propósito de los franceses, hoy me llegó al correo una carta de la Prefectura de Val de Marne anunciándome la fecha para presentar mis documentos para la extensión de mi visa para la Unión Europea, pero eso ya no viene al caso, pues sin universidad que me acoja el próximo año no tengo posibilidad de pasar dicho asunto... Así que el siguiente destino es Manchester, donde me quedaré unos días con mi hermana antes de volver a Perú.
De regreso a casa, decidí hacer algo que no había hecho durante toda mi estancia en París: colocarme bajo la sombra del Arco del Triunfo, un monumento que he visto innumerables veces, pero nunca desde su regazo, como en esta oportunidad.


No sé si tenga mucho sentido, pero escribí allí lo siguiente: "Me dijeron ayer que si vivo ya estoy triunfando, pero no siempre la gente cree en palabras de esa magnitud. ¿Qué es el triunfo? ¿una victoria? Así como no hay finales felices porque el único final absoluto es la muerte (y eso nunca es algo a celebrar), el triunfo es algo que se alcanza y ya está, a lo siguiente. Sin duda, no se consigue estático, sino que se pelea por él, y una vez se le tiene entre manos se esfuma al instante (luego de saborearse, claro está), ya que se da solo en el momento en el que uno termina de luchar. El triunfo sí, es victoria, es alegría... es una coma en la vida, jamás un punto final... en el peor de los casos es una silla, solo eso... pero que rico es triunfar".

The final countdown - Europe  

martes, 13 de agosto de 2013

Antes de la medianoche

Como lo prometido es deuda, pues a lo hecho pecho: acabo de terminar de ver Before Midnight, la tercera parte de la trilogía que empieza con Before sunrise y continúa con Before sunset. Mi impresión: véanla, está super. Solo eso (no sin ver las previas, porque de lo contrario no van a entender ni un caraxo).


miércoles, 7 de agosto de 2013

La chica de humo

Y mientras la acompañaba en el taxi se me revolvía la cabeza. La noche había sido perfecta. Yendo de un lado hacia otro, hablando sobre lo mucho que habían cambiado nuestras vidas en los últimos años y dándonos cuenta de lo parecido que pensábamos sobre las relaciones producto de nuestras experiencias similares de vida y proyectos. Era justo verla a los ojos, mientras tomábamos unas cervezas en un local miraflorino, y preguntarme ¿por qué no?, pero la respuesta a esa pregunta era bastante difícil de contestar. Luego ella, en el taxi, abrazada a mí, con su cabellera oliendo a mil flores y una mano sobre una de mis piernas. Yo contemplaba su rostro. Supuestamente dormía. Yo pensaba: ¿la beso? pero la respuesta a esa pregunta era bastante difícil de contestar también, al menos en ese momento.
Años atrás la quise. Estaba templado y simplemente nunca tuve una oportunidad. Ya lo había visto venir: ella linda, con toda su gracia, y yo creyendo que era la indicada, que esas sonrisas, abrazos y frases lindas me estaban diciendo algo. No era así, al menos esa fue la versión oficial, y años más tarde, ambos con el corazón roto, nos volvimos a acercar. Debo admitir que fui al choque... ¡era obvio que estaba yendo al choque!... y hay que mencionarlo: era algo injusto, pues era obvio además que ella me gustaba -por todo el antecedente. Entonces, ella me contestaba las indirectas como siempre, con sonrisas, abrazos y frases lindas, mas algo había cambiado: ambos habíamos crecido... y era obvio, repito, que yo estaba yendo al choque sin medir ninguna consecuencia: un día intenté besarla mientras bailábamos, pero las malditas circunstancias jugaron en contra: un ex entrometido. "¿Qué mierda está haciendo aquí?", le dije entre Pisco y Nazca. "La verdad no tengo ni idea, pero como jode".
Otro día, mucho después del anterior, salimos a tomar y a bailar porque ambos teníamos ganas de divertirnos. Al fin solos, paseamos por muchos bares y hablamos de todo un poco... y, como siempre, ese hablar lo arruinó todo... si quieres ser pendejo, un consejo: sé frío, sé cauto, nunca des más datos de los que debes, nunca toques temas delicados, sobre todo si quieres ser pendejo y en el fondo no lo eres, no te sensibilices antes de lograr el objetivo... Eso no lo medí: allí estábamos ambos contándonos nuestras vidas y yo, mirándola, satisfecho porque había recuperado a alguien que en algún momento de la vida había perdido... a alguien que se ocultaba detrás de un mar de protección: aquella chica de la que me había enamorado alguna vez. "¿Por qué no?", me pregunté. "Seríamos la pareja perfecta, mucho más ahora que nunca". Y de pronto dejé de ir al choque y ella me atiborraba, para variar, con más sonrisas, abrazos y frases lindas. Luego la sentí un poco tocada por el alcohol y decidí acompañarla. "¿La beso?", maldito interrogatorio. "Si lo hago me puedo ir al infierno y ahora mismo no debería comprometerme. Quiero ir a París y, además, otra vez estamos jugando el mismo juego. La situación es muy parecida al pasado. No quiero terminar siendo nuevamente el idiota choteado. Por si fuera poco, me gusta también un hielo... ¿por qué meterme en más líos? Mejor ir con tranquilidad". Con la decisión tomada, seguimos juntándonos y la cuestión no dejaba de ser ambigua, ya que no terminaba de entender sus mensajes.
Otro día, poco después del anterior me aseguró que no tenía planes de volver con el tipo que hacía poco le había hecho sudar la gota gorda. Fue un avance. Sin embargo, a mitad del afane me dejó plantado en una cita. Renegué, maldije, puteé a todo por todo... y cuando volví a mi casa la noticia: aceptado en la Sorbonne, algo que le conté posteriormente. Ella se alegró por mí. "Te voy a extrañar", afirmó. "Yo sabía que en algún momento ibas a poder ir para allá".
Hace unos días recibí un mensaje suyo: "Te extraño. Me haces falta", en resumen. Ella había vuelto hacía ya unos meses con el sujeto con el que supuestamente no iba a volver y me enviaba una nota así de rosa. Le conté por delicadeza, curiosidad e ilusión la nueva nueva: "Es probable que este por volver a Lima". Después de saber mis razones, ella se alegró por la posibilidad de encontrarnos, "que bien, amigo", expresó... y lo siguiente de su parte fueron gestos de sonrisas, abrazos y frases lindas.      

La chica de humo - Emmanuel

sábado, 3 de agosto de 2013

Miedo al agua

Tras caer, mi pequeño cuerpo de seis octubres se aferró a su instinto de supervivencia. Seguramente fueron apenas unos segundos, pero en mi cabeza la eternidad me abrazaba fríamente y me presentaba una visión que hasta ahora me persigue: los ojos bien abiertos observando como el agua me tapaba por completo y como sobre ella se asomaba una luz. Allí arriba había aire, sin aire podía morirme, así que pataleé todo lo que pude y ascendí hasta poder agarrarme del borde en donde un minuto antes había estado contemplando a otros niños dar chapuzones y nadar. Un empujón desde atrás -un primo travieso jugándome una terrible broma- apretó tanto miedo en mi pecho que durante años me fue imposible liberar tal tensión.
En vano mis padres intentaron lograr que aprendiera a nadar. No. Me ofrecían de todo, desde juguetes hasta videojuegos, pero nada. Yo no podía dar mi brazo a torcer, en especial luego de aquél verano en el que me inscribieron a mi hermano y a mí en unas clases en la piscina del Campo de Marte. Junto a otros infantes, el terror de aquella escena en la que yo caía a las aguas y me hundía viendo su superficie me persiguió, sobre todo, después de que dicho malestar se hiciera una infeliz realidad: yo abriendo los brazos, tragando harto H2O -con saborcito a cloro- mientras el profesor me criticaba por no poder mantener la calma, ¡pero si era un nene!
Tiré la toalla y cada vez que mi generación de Grimaldos se citaba para ir a la piscina o a la playa yo solo me limitaba a contemplarlos. Parecía entonces que me perdía de algo fantástico, pero era incapaz de hacerle frente a uno de mis más grandes temores.
Un día, como siempre, poco antes de cumplir 14 años, mi padre se me acercó con un especial que El Gráfico sacó por el tricampeonato de Sporting Cristal, el equipo peruano de fútbol de mis amores. "Este es un regalo", me dijo. "¿Te gusta?". Fue la excusa para sentarse a mi lado y hablarme sobre un lugar increíble que acababa de descubrir camino a Puente Piedra. A un lado de la carretera había un local con una piscina y un profesor amable que no tendría más alumnos que nosotros dos. "Ya es hora de que aprendamos a nadar", añadió.
Cuando era adolescente, contaba mi padre, estaba en la playa con unos amigos pasándola de lo lindo. Lamentablemente, uno de ellos terminó embestido por las aguas traicioneras del mar limeño y acabó ahogándose, hecho que traumatizó a mi papá y limitó su capacidad para desear y poder aprender a nadar. Sin embargo, allí estaba él, años después, ya tío, frente a su hijo, bregando por la posibilidad de hacerle cambiar de opinión: y yo la cambié. "Vamos a intentarlo. Ok". Dos clases después, ambos nadábamos estilo perrito y espalda. Mi miedo evitó que aprendiera más, pero dadas las circunstancias eso ya era -es- un logro sorprendente.
No hay verano ahora en el que mi padre no ame ir a la piscina a relajarse y la última vez que estuve en Nice fue glorioso poder mojar mi cuerpo en un mar tan azul y especial, y en Toscana el acceso a una piscina las 24 horas del día fue lo máximo, pues ahora me encanta nadar: me relaja y divierte. Aún no puedo con los lugares hondos (es algo que no controlo, como mi temor a las alturas), pero trato, siempre trato de no dejar que el miedo me gane, pues eso nunca es una buena idea.

I'm so afraid - Fleetwood Mac  

jueves, 1 de agosto de 2013

Fría como el viento

No sé si te tengo, no sé si vienes o si vas ♫



Antes de saber que tenía una posibilidad de llegar a París me obsesioné con una chica a la que creía la mujer más fría del mundo. Me gustaba conversar con ella porque por alguna razón me metí en la cabeza que tenía la misión de entenderla, además, valgan verdades, me gustaba... tanto, que la primera vez que la vi me pareció una de las mujeres más lindas que había visto en mi vida. Con esas, el saldo no fue muy agradable. Una vez, solo una, fuimos al cine, y para mí fue la gloria entrar con ella, y mejor, salir con ella conversando sobre la película y creyendo que más momentos como aquél nos asegurarían una buena relación. Pero fría, al fin y al cabo, difícilmente pude medirla y sobre la marcha terminamos jugando al gato y al ratón durante un tiempo que me desgastó mares. Sin embargo, un día, cuando la toalla de besarla ya había sido lanzada al suelo me sorprendí teniéndola frente a mí, llorando como una magdalena: era humana, después de todo, así nadie más que yo lo creyera. Durante el transcurso de mi nuevo intento por descubrirla, recibí la respuesta de una universidad parisina y posteriormente viajé a Francia. Luego de saber que tenía una posibilidad de llegar a París no sabía si contárselo o no, pues me daba un poco de miedo saber cómo reaccionaría: con pena o indiferencia, así que finalmente opté por no contarle nada. Cuando se enteró, quizá molesta por no haberla tomado en cuenta, solo me pidió confirmarle la noticia para luego mandarme -vía chat- un gélido "ok, buen viaje".
Una vez en Francia, y conociendo mis escasas posibilidades de quedarme un año más, me descubrí casi por instinto preocupándome por una mujer con la que he vuelto a tener la misma sensación, la de estar frente a un iceberg más duro que el Titanic o mejor: ante un muro inquebrantable e infranqueable, aún más duro que el previo. "Es mi Waterloo", pienso ahora, porque cuesta mantenerse a flote. Me gusta, quizá sea que estoy solamente obsesionado con su terquedad, pero -rayos- me gusta e incluso creo que si fuera menos cerrada podríamos tener una super relación (de amigos, de ser solo el caso), mas no se le puede pedir peras al olmo, ya que uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser... y si ese es su carácter, ni haciéndole cosquillas. Yo creo en el amor, pero no necesariamente en el amor correspondido, que son dos cosas distintas. Yo creo en que es posible dar y recibir confianza mayúscula y que cada persona tiene la capacidad de sorprender a otra y de ser mejor cada día si así lo decide (algo que me demostró la chica de la que empecé escribiendo). Con esas, nuevamente me vi con el miedo de anunciar un viaje, la distancia forzada... y lo que recibí fue algo parecido: "ok, buen viaje", aunque con un floro más extenso y políticamente correcto. Insisto, cada quién con sus manías y costumbres, cada quién con su forma de enfrentar los problemas y de mostrar sus sentimientos... pero igual, jode... porque yo me la paso muy bien con ella y está claro que la voy a extrañar mucho así no haya un viceversa... quizá uno de estos días se lo diga... quizá.

PD: Algo que me pareció demasiado cague de risa :D



Colofón: Y claro, algo obvio... aún no sé si anunciarle a la chica del inicio mi probable vuelta... pues igual, hay un poco de temor al "a mí qué me importa".