martes, 25 de mayo de 2010

Flash informativo - Sobre LOST

Hace unos minutos terminé de ver el último episodio de LOST, y bueno, dos cosas solamente: 1) buen fin de serie, a pesar que quedaron muchas cosas sin resolverse o explicar, y 2) me pasó lo mismo que durante el concierto de los Guns and Roses... algo de llanto.

viernes, 21 de mayo de 2010

Larga vida a LOST

Hay momentos en los cuales uno no tiene el poder de decidir qué ocurrirá con tal o cual cosa porque las circunstancias nos imponen nuestro propio porvenir. Este domingo 23 de mayo miles de personas en el mundo tendrán ante sus ojos algo que han deseado y temido al mismo tiempo: observar el capítulo final de una de las series de televisión más importantes de los últimos años.
Debo admitir que recién seguí a LOST en el año 2008, el día en que un emocionado Henry López, cobloguero de Dimensión Lost, me preguntó si no había visto alguno de sus capítulos cual líder religioso que busca enganchar a más gente a su secta. “Nooo”, escuché de pronto en coro. “Te va a querer hacer fan a ti también”. Y finalmente así ocurrió. Vi la primera temporada y no paré hasta volverme uno de sus seguidores a ultranza.
¿Qué me gusta de LOST? Creo que todo… especialmente sus personajes y el saber que ninguno tiene la vida comprada en “la isla”. Antihéroes geniales como el rockero Charlie. Un maquiavélico malo como Benjamin Linus. Una pareja soñada como la formada por Desmond y Penny. La pelea de Locke por demostrase a sí mismo que podía. La primigenia actitud de Jack de no creer y, luego, su fe armada a partir de golpes y pruebas. La rivalidad de Sawyer y sus bromas. La hermosísima Kate (es decir!!!) y sus indecisiones en el campo amoroso (ja!). La relación de Sun y Jin. Sayid y sus demonios internos. Lo loco de Faraday
Y se va, dentro de poco. Dejando seguramente en el aire muchas incógnitas y la sensación de que una serie tan buena debería de seguir, pero supongo que esta imposición de dejar al mundo sin LOST está bien, pues ocurre cuando la serie está en la cima de su popularidad y no en el bajón en el que muchas otras nos han dejado (X-files, por ejemplo). Y se va, ya casi, en apenas unos días…

Dos cosas: Mi nota en el suplemento Q y un comercial que lanzó la ABC como homenaje a los fanáticos de LOST de todo el orbe.

jueves, 20 de mayo de 2010

Desvencijar

desvencijar.
(De des- y vencejo).
1. tr. Aflojar, desunir, desconcertar las partes de algo que estaban y debían estar unidas. U. t. c. prnl.
2. prnl. desus. Quebrarse, herniarse.


La melancolía puede llegar a quebrarte de un momento a otro. Lo sientes. Tus esperanzas se hernian. Tu corazón se desconcierta y la locura se asoma como un escape aunque gaseoso, comprensible. Entonces el otro aparece para llenarte de fe, y lo aceptas, creyendo ver en él una luz hacia el paraíso. Puede ser. “Te propongo construir…”, no, ya no crees más. Y pareces avanzar. Puede ser. Allí, donde el Atlántico se comunica con el Pacífico, no ubicas más esperanza. Ahora te ilusionas nuevamente. Puede ser, pero nunca como aquél 23.

¿Ahora quién? - Marc Anthony

martes, 18 de mayo de 2010

Lo peor del amor

Lo peor del amor es cuando se acaba y no quedan más que los recuerdos que aprisionan el corazón en una carcel de frialdad. Lo peor del amor es cuando uno es solamente el que ama sin razón y ve que el compañero apenas mira, porque le da igual. Lo peor del amor es que desgarra y brinda esperanzas que de no ser bien cuidadas pueden llevar hasta la locura. Lo peor del amor es que va y viene, con dudas y momentos felices, con pena y entrega... y no siempre se queda a cuidarnos las espaldas, a hacer del mundo un lugar rosa. Lo peor del amor es cuando uno no teme mostrar sus debilidades y confía en alguien que no teme, al mismo tiempo, lanzarlo todo por un canal angosto de egoísmo. Lo peor del amor es que así como sana, enferma, hasta que otro igual de grande nos pisa la nostalgia... nos vuelve a curar.

Lo peor del amor - Joaquín Sabina

Lo peor del amor cuando termina
son las habitaciones ventiladas,
el puré de reproches con sardinas,
las golondrinas muertas en la almohada.

Lo malo del después son los despojos
que embalsaman al humo de los sueños,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole sin dueño.

Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a la hoguera los archivos.

Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales
no le quedan dos puntos suspensivos…

Cerrado por derribo (Nos sobran los motivos) - Joaquín Sabina

domingo, 9 de mayo de 2010

Gracia

gracia.
(Del lat. gratĭa).
1. f. Cualidad o conjunto de cualidades que hacen agradable a la persona o cosa que las tiene. U. t. en sent. fig.
2. f. Atractivo independiente de la hermosura de las facciones, que se advierte en la fisonomía de algunas personas.
3. f. Don o favor que se hace sin merecimiento particular; concesión gratuita.
4. f. Afabilidad y buen modo en el trato con las personas.
5. f. Habilidad y soltura en la ejecución de algo. Baila con mucha gracia
6. f. Benevolencia y amistad de alguien.
7. f. Capacidad de alguien o de algo para hacer reír. Es una anécdota con mucha gracia
8. f. Dicho o hecho divertido o sorprendente.
9. f. irón. Cosa que molesta e irrita.
10. f. Perdón o indulto de pena que concede el poder competente.
12. f. coloq. Acción o dicho de un niño que le sirve de lucimiento. Referido a personas adultas, u. t. en sent. irón.
13. f. Rel. En el cristianismo, favor sobrenatural y gratuito que Dios concede al hombre para ponerlo en el camino de la salvación.
14. f. Col. Proeza, hazaña, mérito.


Es agradable observar dentro de las personas y ver que en ellas, sobre o en el fondo, hay optimismo, pues cuando este se cae rotunda, nace una oscuridad tan profunda que es capaz de abarcarlo todo. Sin duda son atractivas las ganas de avanzar, aquél poder sorprendente que implica no dejarse abatir y, por el contrario, reír ante cada situación de sobrecarga. Hay que dar las gracias por la experiencia de contar con otros... y más si estos valen la pena o aparecen de la nada, porque quieren, para abrazarnos, apoyarnos y compartir. Hay que abrir un puente entre la tristeza y la alegría con la intención de mantenernos en paz. No hay nada más importante que eso. La paz, repito. La tranquilidad.

Puente - Gustavo Cerati

jueves, 6 de mayo de 2010

Magokoro wo kimi ni

Fue un día en el que no hacía ni frío ni calor. Ella me mandó a la mierda por acercármele y preguntarle qué era lo que tenía. Cuando la vi de pie en la puerta de la Facultad le increpé por lo irracional de su actitud y le dije que podía contar conmigo siempre que tuviera algún problema. De pronto sus ojos empezaron a ponerse cristalinos. Lloró. Y entonces me miró y me dijo que tenía miedo de perderme, que a diferencia de ella, yo había hecho muchas cosas buenas a su favor, pero que tarde o temprano me iba a distanciar y que se estaba preparando para eso. Yo le contesté que no, que había prometido nunca abandonarla y que se equivocaba, porque sí, definitivamente sí me había ayudado, como no tenía idea… Luego corrió, y al día siguiente me pidió perdón y me dijo que yo era un tipo especial que seguramente iba a tener a su lado a la mejor mujer del mundo, porque me la merecía.
Años más tarde, y tras haberme convertido -pienso yo- en su apoyo incondicional durante un tiempo bastante generoso, me dejó en medio de la toma de una decisión trascendental. Le pedí encontrarnos para hablar porque tenía algo muy importante que contarle, y me dribleó a lo Messi. Le llamé, y nada. No me quedó otra más que escribirle por messenger cuando una vez la vi conectada y no me hizo caso. Le hice saber que estaba muy molesto con su actitud y que ahora que le explicaba todo no iba a tener el mismo valor, pues “no es lo mismo recibir una rosa de alguien sorpresivamente a recibirla de alguien a quien se la has pedido”. Fue ese la última frase que le solté… y bueno, desapareció de mi vida sin dejar rastro.
Un mes antes de ese día tan funesto la había visto por última vez. “Tú necesitas un tipo que te siga. Un tipo que te conteste ‘vamos’ si es que le dices que tienes ganas de viajar a China. Tú necesitas a alguien que tenga la capacidad de entenderte y seguirte”. Tuvimos una conversación de aquellas que uno nunca olvida por la intensidad de los sentimientos dejados sobre la mesa. Entonces, en medio de la misma, mi enamorada por aquél tiempo llegó y prácticamente nos obligó a despedirnos. Dos días después, me la encontré en el patio de Letras, contesté mi celular un instante y no la vi nunca más.
Innumerables correos, felicitaciones por cada cumpleaños que sorteaba, saludos navideños… no me resignaba a perderle el rastro más allá de mi molestia. Un día, el 2008, me mandó una invitación por el Facebook, y lejos de querer contactarme, me dio la impresión que solo me había agregado a sus contactos para convertirme en una estadística más entre sus patas.
“Ella no valía la pena”, me decía mi enamorada cuando me veía desvalido por el recuerdo. “Ya no te hagas problemas, ella no se lo merece. Hay personas que son así, que no valoran lo que los demás hacen por ellas, así que nada vas a ganar poniéndote mal”. Meses después se convertiría en mi ex y, paradójicamente, me dejaría en las mismas condiciones que la mujer a la que me había exigido olvidar "por mala gente".
Me imagino que es como un círculo o que son cosas que pasan porque sí. Hay algo que tengo claro: la mayoría de personas quieren a aquellas a las que tienen alrededor y, por obvias razones, se encariñan sobremanera con ellas, porque están allí. Los que ya no están cerca, simplemente no importan más, pasan a formar parte de una red infinita de fantasmas, de muertos en la conciencia de aquellos que los recuerdan, sí, pero solo de a ratos, como cuando uno piensa en un compañero que tuvo cuando estaba en el jardín de infantes (lejanísimo). Creo que una gran masa solo piensa en sí misma y no es capaz de ver más allá de su egoísmo, lo cual, en cierta forma, es justo. Y los que quedamos con el corazón desquebrajado por el altruismo nos conformamos y seguimos peleando pensando en que algún día alguien recogerá sus pedazos y los cuidará sin ningún tipo de interés... solo por amor.

Todo tiene su final - Héctor Lavoe