miércoles, 28 de julio de 2010

La plantación

No de esas que están pensando... una vez, hace años... uno de mis mejores amigos de toda la vida, Jonathan, llegó hasta mi casa alertado por un bajón anímico de su servidor. Una oferta después, de esas que te ponen sobre la mesa ron con gaseosa, ambos estábamos lo suficientemente mareados como para hacer estupideces, pero no lo justo como para perder las razones para llevarlas a cabo. "Si tanto la quieres, ¿por qué no la llamas, le dices para verse y le explicas lo que sientes?". Bueno, lo siguiente fue un gracioso acto de autodeterminación, búsqueda de la sobriedad y el escuchar una voz a través del auricular de mi teléfono doméstico decirme "mañana, pasas a recogerme a mi casa".
Al despertar al día siguiente, aluciné que todo había sido una especie de sueño. Estaba con la alegría a flor de piel, y la ilusión... Dios mío, la ilusión... planeé ir con ella a un concierto, le pedí prestado algo de dinero a mi padre, cogí algo de la ropa de mi hermano, calculé el momento en que tendría que salir de mi hogar. Cuando estaba bañándome, escuché el timbre del teléfono y sabía que algo malo iba a pasar. Había sido demasiado fácil. Todas las cartas las había jugado con comodidad hasta ese momento. No podía ser perfecto. Volví a oír el dichoso aparato sonar y me animé a salir con una toalla en la cintura.
-Hola,
¿está Diego?
-Sí, él habla.
-Hola, sabes, discúlpame, pero no voy a poder salir contigo, se me ha presentado una...
No presté nada de atención a lo que vino luego, repito, la ilusión, creo que es lo más jodido en este tipo de circunstancias: sentir como se rompe. Solo recuerdo que por primera vez, antes del colgar solté una frase que a partir de entonces casi siempre repito: "Las cosas pasan porque tienen que pasar, uno quiera o no" y que la única persona que estaba en mi casa, mi abuela, me dijo al verme: "
¿qué haces ahí calato, parado como sonso?".
Digamos que aquella fue la primera y la última vez que alguien me plantó y me dolió (si es que no meto en el paquete lo del viaje a Francia), en parte porque cuando siento que algo sale tan bien yo mismo me asusto y me preparo para lo peor, que a veces se da, porque así es la vida, porque
"las cosas pasan porque tienen que pasar, uno quiera o no". Por aquél tiempo yo tenía 16 años, hoy en día quiero creer que ya estoy demasiado viejo como para que algo así pueda frustrarme.

Mil horas - Los abuelos de la nada

jueves, 22 de julio de 2010

Retahíla

retahíla.
(De recta e hila).
1. f. Serie de muchas cosas que están, suceden o se mencionan por su orden.


Es como el árbol que cae en medio de un bosque inhabitado. Una persona no existe para un mundo que lo ha desconocido. Así también, un ser humano puede morir para otro cuando este último simplemente deja de pensar en él. Todo tiene un orden: primero, la distancia; segundo, el olvido; tercero, el fallecimiento-¡ah!- y por último, la fantasmagorización.

En el olvido - 6 voltios

martes, 20 de julio de 2010

Dependencia emocional

Los entendidos en la materia definen dependencia emocional como un patrón persistente de necesidades emocionales insatisfechas que se intentan cubrir desadaptativamente con otras personas (wtf?). Digamos que aquellos que padecen este ¿transtorno? requieren en exceso la aprobación de los demás, por lo que suelen desarrollar relaciones parasitarias con el fin de saciar su necesidad de afecto y preservarlas, llegando a presentar una autoestima deficiente así como un sentimiento continuo de soledad.
Un emocional dependiente no necesariamente busca una pareja a la cual amar, sino una que le brinde seguridad. De esta forma, pese al engaño en el que se desenvuelve, tratará de aferrarlo basándose en una actitud sumisa únicamente para asegurarse la preservación de la relación y no por una entrega y real preocupación por el otro.
Son características de dicho estado: el temor a mostrar los sentimientos y miedos (a consecuencia de un pánico hacia el reproche, al castigo, a la incomprensión, a la soledad, a ser traicionada, etc.), una baja autoestima, menoscabada con impresiones de vergüenza y desprecio hacia sí misma y una incapacidad para cuidarse, autovalorarse y responsabilizarse por sus actos.
En cuanto al plano físico, todo lo anterior trae como consecuencia la pérdida de apetito, alteraciones en el sueño y la memoria, pérdida o poco interés en las relaciones sexuales, fatiga crónica, problemas digestivos, endocrinos y dermatológicos.
En el caso de las mujeres, según la psicóloga Nora Levinton, la madre, al ser la primera figura de apego, es la fuente de identificación (más si se produce la falta de una imagen paterna), es quien establece las pautas de lo que está permitido o lo que está censurado hacer, por lo que su figura será fundamental en el desarrollo de la manera de ser de la persona (niña).
Al recaer en la madre tanto la sede del apego como el papel de primera figura que genera frustración e insatisfacción, se promueven fuertes sentimientos de ambivalencia, pues esto supone para la propia progenitora ocupar un lugar donde o se le juzga negativamente por ser en exceso controladora o se le recrimina no ocuparse debidamente de sus hijos.
Por consiguiente, la hija en la pubertad cuestionará y repudiará a la madre, para poder conquistar la autonomía que siente amenazada, lo que traerá consigo una separación forzosa que no necesariamente le hará olvidar el modelo aprendido.
Posteriormente en la relación de pareja, reclamará un cuidado emocional particular, grandioso, como una manera de reasegurar el vínculo destruido, el cual, de no ser satisfecho, traerá consigo un desajuste entre las diferentes necesidades de las partes involucradas, generando malestar y conflicto.
La persona transferirá dicho comportamiento a cada etapa de su vida. De esta manera, la mujer se sentirá atrapada en relaciones que, por una parte reforzarán su condición de “necesitada” y, por otra, la frustrarán, pues terminará registrando el “abuso” en términos de explotación e intercambios no correspondidos, lo que la llenará de culpa. Querrá desprenderse, para bien o para mal, de su pareja, al no considerarla digna de ella, pero al mismo tiempo sentirá un temor enorme ante la idea de perderla.

Little girl blue - Janis Joplin

lunes, 19 de julio de 2010

El mejor chocolate del mundo

Esta pregunta cursi la escuché en una película igual de cursi: ¿Qué haces cuando tienes entre las manos el mejor chocolate del mundo? La respuesta en breve.
Alguna vez estuve en el Departamento de Ica por estas épocas (19 de julio, exactamente) con una mujer a la que quería mucho. Nunca habíamos hecho el amor y aquella noche, a pesar de que estábamos solos en un cuarto, lejos de Lima y de cualquier tipo de inconveniente, tampoco lo hicimos.
Quien me conoce sabe que me cuesta mucho escribir o hablar sobre este tipo de cosas, pero sigo, pues ya empecé.
Fue la primera vez que la vi completamente desnuda y la chica a mí. Tuve ganas de estar con ella, pero no… me repetí la pregunta aquella con la que empecé este post y acepté que aún no estuviera lista, a pesar de que no hubiera sido su primera vez. Dormimos así, abrigados con nuestros cuerpos, besándonos a ratos y despertándonos solo para decirnos las cosas que las personas se dicen normalmente cuando están enamoradas.
¿Qué haces cuando tienes entre las manos el mejor chocolate del mundo? ¿Te lo comes de inmediato o esperas el momento adecuado en el lugar adecuado? ¿Acaso no te darías la oportunidad de crear el ambiente propicio y de disfrutarlo tranquilamente?
Lo interesante es que me acuerdo de la fecha en que pasó esto, pero no del día en que tuve mi primera experiencia en el campo de Venus.
En fin, disculpen la torpeza. Quien me conoce sabe que me cuesta mucho escribir o hablar sobre este tipo de cosas, pero bueno, ya lo hice.

Tengo una muñeca que regala besos - Fito Páez

sábado, 17 de julio de 2010

Cansancio

cansancio.
(De cansar).
1. m. Falta de fuerzas que resulta de haberse fatigado.
2. m. Hastío, tedio, fastidio.


Tedio durante la mañana en que salí de casa. Sin fuerzas para pelear por lo que es justo. El cansancio nos aqueja sin tregua, cuando apenas y entendemos que llega con fuerza. Para romper el hastío se recomienda, a veces dormir, a veces rehacer la dieta. Para destruirlo, mejor, yo diría, guardarlo debajo de la cama o hacerle compañía sobre el sofá, hasta que se aburra de tanto trabajo y se despierte buscándonos lejos.

Cuando el cansancio llegó a ser dios - Daniel F.

viernes, 16 de julio de 2010

Entre la tierra y el florero

Te has metido en mi cabeza
y no te puedo sacar
no es que tenga pereza
es que te espero amar.
Wayo Elguera

Me he encontrado en un disparate. Apenas comienzo a entender el singular movimiento de las flores: calmadas, se permiten llevar por el viento, invisible dueño de sus desenlaces y costumbres coloridas. Se adueñan de un tiempo tan corto, que en el trance vital les obsequia una vida pacífica y sin contratiempos; de un sol, que les hace felices con un gran destello o conformes con un rayito tenue, pero por lo demás vigorizante. El rocío, la lágrima que se les escapa después de tanta lluvia; y la luna, romántico astro vigilante en sus noches de estudio.
Las flores despiden aromas (nada egoistas ellas, aunque sí algo coquetas), tan sutiles y divinos, solamente por el gusto de complacer al ajeno comentario de quien suerte pueda perfumarse el alma, entre otros sentidos atrofiados por la vida moderna.
Tu posición es tan frágil como la de una flor. Sabes. No me gustaría verte arrancada del suelo solo para satisfacer el capricho de una mano que se cree diosa de tu destino... solo para satisfacer la mirada incauta de un descomprometido con la simpleza y hermosura de tus pétalos; y aunque aún seas botón, completamente deseosa de aprender a florecer, apenas hay una cosa más linda y dulce que lo bello de tu rostro: tu rostro con la luz de tu sonrisa, desde luego.

Y era así, a pesar de todo, apenas un tenue brillo de su mirada en la mía:
poca cosa (para ella), grande el gusto (para yo).

Lima, 27 de agosto de 2002

Las flores - Café Tacuba

jueves, 15 de julio de 2010

Mujeres, hombres y llanto

Al parecer, las mujeres lloran cuatro veces más que los hombres. Copio y pego a continuación un artículo que me llamó mucho la atención sobre el tema:

Por una película, una pelea sin sentido, un pantalón que no entra, una conquista fallida, un desengaño, por miedo, o a veces de risa… Llantos acongojados, tímidos, en público, en privado, sin importar quién mira, o esperando a cerrar la puerta para poder hacerlo.
A veces inevitable, el llanto sólo sucede, sin esperar lugares o espectadores o razones, más que las ganas de deshacerse de alguna carga que llevamos dentro.

Iguales hasta los 13
Que un hombre y una mujer se emocionen por las mismas cosas no sucede muy a menudo. Si una mujer llora con una película romántica, puede resultar algo vergonzoso, pero normal, para un hombre sólo lo primero.
El estereotipo mismo del hombre no se permite sensiblerías. Pero lo cierto es que hasta la pubertad ambos sexos lloran por igual.
Es a partir de los 13 ó 14 años, con la aparición de las hormonas que marcan la diferencia entre los géneros, que se altera la frecuencia y cantidad del llanto.
“A partir de la pubertad la mujer enfrenta un gran cambio a nivel de los ciclos hormonales. Se elevan los niveles de producción de estrógeno y progesterona y estas hormonas contrarrestan la acción agresiva, por ejemplo, que pudiese generar la adrenalina”, explica una de las investigadoras encargadas del estudio.
En resumen, las mujeres lloran de 30 a 64 veces por año, cuando los hombres lo hacen solo de 6 a 17 veces. La duración tampoco es la misma, para ellas es de seis o más minutos y en ellos unos cuatro.
Aunque el llanto también tiene sus beneficios, especialmente el estado de relajación que llega tras las lágrimas: “Es una reacción natural y beneficiosa, que protege, más que ser algo negativo. Puede que sea una razón de por qué las mujeres viven más y mejor que los hombres” agrega.
Lo cierto es que las lágrimas no son todas iguales, según un estudio realizado con anterioridad, existen tres tipos: las basales, que permiten una lubricación continua de los ojos; las reflejas, que se activan por el efecto de un irritante como la cebolla y las “emotivas”.
Para el autor de dicho estudio, el fisiólogo William Frey, las lágrimas “emotivas” al contener una concentración de proteínas, manganeso y prolactina en 24% más alta que las reflejas, indican que el llanto es una especie de catarsis que permite liberar toxinas del cuerpo.

Evolucionismo, psicología y deportes…
Según la doctora en filosofía Carrie Lane, las mujeres fueron seleccionadas para llorar más que los hombres fundamentalmente para pedir ayuda. Para Lane el llanto tiene entonces dos funciones: alertar que se han sobrepasado los límites, por lo tanto, es una manera de detener una agresión y evitar un conflicto aún mayor. Y por otro lado, se trata de una forma de generar redes de protección y crear lazos afectivos. En ambos casos es un mecanismo de comunicación.
De acuerdo a la Asociación Británica de Psicología, el llanto es una experiencia más compleja para las mujeres, puesto que manifiestan sentir muchas emociones en el proceso (alegría, miedo, autocompasión, impotencia, enojo, euforia y frustración), mientras que los hombres solo reconocen haber sido “tocados”.

Las lágrimas en cifras
La investigación realizada con 57 mujeres entre 19 y 63 años y 30 hombres entre 19 y 64, buscó que cada género describiera las situaciones que los llevaron a llorar. La muerte de un ser querido y la separación fueron las causas más citadas por ambos sexos. Ellas en un 40% y ellos en un 26% de los casos.
Los “conflictos” y el “malestar consigo mismas”, fueron para el 22.4% de las mujeres las causas más recurrentes. En otras palabras, sentirse inadecuadas, ser confrontadas por situaciones difíciles de resolver, o recordar eventos tristes del pasado.
Mientras tanto, el 29.6% de los hombres reconoció haber llorado como espectadores de un evento deportivo. Otra de las causas para ellos es la empatía, es decir cuando alguien importante llora.
Según el informe, “las lágrimas se convierten en francos accesos de llanto en el 65% de los casos, para ellas, y solo en el 6% cuando se trata de hombres”.

Lágrimas - Roberto Blades

martes, 13 de julio de 2010

Irrestricto

irrestricto, ta.
1. adj. Méx. y Ur. ilimitado.


Corres. Desesperas. Desaceleras. Calmas. Y sigues con aire afilado, desprestigiando al universo entero por no congeniar contigo, pues irresricto, apenas y da pistas para entenderle. Ahora mismo, sin límites te manejas bajo el firmamento, con un humor solemne y parsimonioso, que de pronto otra vez cambia de estado. No piensas. Sientes. Aceleras. Corres nuevamente.

Rompiendo la velocidad - 6 voltios

miércoles, 7 de julio de 2010

El dilema del erizo

Es rejodido pensar así, pero a la larga, al menos a mí, los años me han demostrado lo siguiente: cuanto más cercana sea la relación entre dos personas, más probable es que se puedan hacer daño mutuamente. No sé si esto sea cierto puntualmente –pues de lo contrario les sería complicado reproducirse-, pero bien vale como figura: dos erizos no pueden aproximarse en demasía el uno al otro porque de hacerlo ambos se hincarían con las púas que llevan sobre sus lomos.
Creo que el tema pasa por un asunto de confianza… cuando uno más se aferra a otro, cuando más uno le expone sus debilidades por un asunto de cariño o de relación fuerte, más posibilidades tiene de salir herido producto de una eventual decepción. Es paradójico, pero un golpe duele más cuando te lo da alguien cercano, pues resulta sorpresivo, impensable.
Entonces, ante la angustia y las malas experiencias, las personas generan sus propias defensas, como barreras o -en este caso- púas, producto del miedo a resultar lastimados o a lastimar, dando como resultado la automarginación, la sumisión, el conformismo o una careta de alegría sin fondo.
Bueno, quería escribir un poco sobre este asunto porque hace unos días volvía a ver uno de mis animes preferidos de todos los tiempos, Evangelion, el cual tiene un capítulo titulado justamente “El dilema del erizo” en el que el protagonista principal (puaj, Shinji Ikari) se escapa de todo ante la presión de quienes lo rodean, algo así.
Tiempo al tiempo. Paciencia y buen humor, son las claves para no convertirse en uno de esos mamíferos espinosos (aunque la historia de “Hans el erizo” también nos da otras salidas)… Así que a repetir la idea hasta que cale… Tiempo al tiempo. Paciencia y buen humor… Tiempo al tiempo. Paciencia y buen humor… Tiempo al tiempo. Paciencia y buen humor…

Tómate el tiempo que quieras - Gianmarco

lunes, 5 de julio de 2010

La negación

Se pueden hacer muchas cosas, pero al final solo hay dos formas de calificar alguna de nuestras decisiones: correcta o incorrecta. Así, una persona puede sentirse buena o mala en función de la cantidad de actos buenos o malos que ha llevado a cabo, teniendo en cuenta, claro está, que el concepto de ambas valoraciones depende de… ¿de quién? ¿de uno mismo? ¿de la sociedad?
Desde hace algunos meses me ha estado rondando por la cabeza una pregunta: ¿qué sentido tiene exactamente la negación? Por lo general, cuando se sufre algún daño, la gente tiende a justificar lo ocurrido de mil y un formas, pese a que lo más saludable es tener las cosas claras y, en función de ello, sacar conclusiones importantes de cara a futuras experiencias.
A partir de un hecho doloroso o una decisión que pueda generar pena, frustración, o culpabilidad, un individuo que no haya alcanzado el nivel de madurez suficiente para enfrentarlo tratará de justificar lo ocurrido brindando(se) falsas razones, es decir, tratará de disfrazar la realidad, adecuándola a su conveniencia, algo que bien puede resumirse en la frase “ver solo aquello que uno quiere ver”, sin racionalización, y terminará creyendo que esa interpretación de la situación es la correcta.
Según la psicóloga suiza Alice Miller (Por tu propio bien) una gran cantidad de padres utiliza la “pedagogía negra” para educar a sus hijos, a manera de una reacción al daño emocional que ellos mismos sufrieron durante su infancia, de forma consciente, pues creen que así los ayudan a ser más competentes y autosuficientes, pero, a la larga, ello “debilita su auto confianza y curiosidad, lo ridiculiza por su falta de competencia y suprime la expresión de sus sentimientos”, ¿y para qué? Para terminar pareciéndose a ellos y continuar con el círculo.

Navegando por Internet encontré la siguiente lista de “definiciones de la negación”:
a) Afirmación de ideas contrarias al impulso del conflicto (odio, etc.), el cual se rechaza o no se activa su aceptación.
b) Táctica del avestruz (olvidos de hechos, datos, etc.) que evade la realidad mediante la ensoñación.
c) Autoprotección mediante la negación ante realidades desagradables y aspectos dolorosos, tanto de sí mismo como de los demás.
d) Negación del miedo (negación de la realidad) mediante el alarde fantasioso de fortaleza o de la realidad a través de la realización fantasiosa de deseos (neo-realidad).
e) Rechazo de lo dicho, pensamientos o sentimientos formulados o desmentidos, según la forma de decirlo (no es mentira consciente).
f) Reacción defensiva ante la información contrariante “objetos perseguidores” mediante la crítica o la transformación de los datos.
g) Autoconvencimiento de que el objeto de sus deseos “no merece la pena” como en el caso de la zorra y las uvas de Jean de la Fontaine: ....la zorra al no poder alcanzar las uvas, dice: “Bah, están verdes”.

Negar la realidad, esconderse bajo aquello que menos daño pueda hacer, es perjudicial porque ello priva de una fuente importante de información que a la larga puede servir de guía para superar problemas presentes y futuros. El bloquear los sentimientos, el evadir los problemas, el decir “no quiero ocuparme de ellos”, interfiere indefectiblemente en las relaciones que un individuo pueda llegar a tener, pues este suele llegar a ver al mundo circundante (los otros) como la causa de sus males. Dado que la forma principal en que las personas se vinculan y llegan a intimar es a través de experiencias y emociones compartidas, aquellos que reprimen sus sentimientos terminan sintiéndose solos, apartados y no amados, aun en medio de relaciones que parecen llenarlos.

Mentiras piadosas - Joaquín Sabina

jueves, 1 de julio de 2010

Helado

Estaba muriéndome de frío. Quería abrazarla y llovía. La dirección de su mirada cambió de rumbo, de mis ojos al frente de la acera. Estábamos caminando tranquilamente por Miraflores, conversando sobre quién sabe qué tontería agradable. Entonces cruzó la pista sin avisarme. Yo la seguí hasta una tienda. Parecía una niña pequeña, bueno, en realidad, prácticamente lo era. "Señora, deme por favor uno de estos helados".
-¿Estás loca? -le dije extrañadísimo. ¿Con este clima?
-Clarooo, ¿acaso nunca has comido un helado mientras llueve? Así es más rico.
Era linda, aún sin tanto aderezo. Estaba loca, graciosamente loca, y eso me encantaba. Aquella noche habíamos tenido (lo que me gusta recordar como) nuestra primera y quizá última cita: un tranquilísimo paseo por el parque Kennedy, que personalmente creo que fue una de las mejores salidas que he tenido en mi vida por el nivel de inocencia que manteníamos ambos y que nos enganchaba a una relación sin malicia ni codicia.
Una vez que la quise, pensé que lo mejor sería decirle lo que sentía sin esperar algún ósculo a cambio, solo su amistad, sin embargo, el día en que planifiqué hacerlo (con un montón de cursilerías preparadas para la ocasión) la vi besando a otro y, más allá de mis intenciones, más allá de que ya había entendido un par de meses atrás que esa chica no era -ni sería- para mí, mi corazón se partió en mil pedazos, pues lamentablemente uno siempre espera darle un golpe a la polla y que la mujer que nos gusta nos termine diciendo "yo también siento lo mismo por ti". Tonterías.
Mi buen amigo Martín, que lo sabía todo y lo había visto todo, intentó parar la hemorragia asegurándome que en realidad no era lo que yo pensaba, que lo que contemplé -y él contempló- fue una especie de espejismo. Ilusión o no, la herida terminó llevándome hasta las puertas de la casa de mi adorada Rosita y hasta la noche de aquél día -y muchos otros después de ese- nada pudo sacármela de la cabeza.
Decidí obligarla a prescindir de mi amistad como si ella hubiera tenido la culpa, pero no pude mantenerla lejos. Una vez me enteré que se iba a ir de viaje y que pasaría un buen tiempo sin saber nada de ella la llamé por teléfono. "Ahora no te puedo atender". Choteado una vez más, por idiota. Una hora más tarde volví a oír su voz vía auricular:
-¿Está Diego?
-Sí, él habla.
-Hola, solo quería despedirme. No puedo hablarte mucho rato porque te estoy llamando desde el aeropuerto. Cuando pueda te escribo un correo, ¿ok?
-Claro, no te preocupes. Disfruta tus vacaciones.
-Muchas gracias. Nos vemos a mi regreso.
-...
-Chau, ti voglio molto.
-Chau.
Fue el acabose. La adoré furtivamente hasta que alguien más ocupó su lugar en mi pecho. Se convirtió en una de mis mejores amigas, en mi hermana menor, en parte de mi esperanza, en una de las pocas personas que podían sacarme la pena con solo oírla decir "hola", hasta que un día -porque siempre llega el día en los cuentos- me cogió de improviso lamentando mi frustración de no poder decirle te quiero a quien yo quería. De pronto, me detuvo en medio de todos, porque estábamos en lugar sumamente transitado, y de nadie, porque el universo entero alrededor desapareció cuando vi un brillo particular en su mirada.
-Sabes. Yo nunca voy a estar contigo.
-...
-Yo nunca voy a estar contigo porque tú nunca te me vas a mandar.
Y se fue corriendo, Dios sabrá creyendo qué. Y yo la vi partir sin saber qué hacer, pensando en lo mucho que me gustaba el olor de su cabello, la forma como solía hablarme y, sobre todo, en la fabulosa sensación que siempre me quedaba tras darle un abrazo.
Nunca más volvimos a tocar el tema. Un día como aquél simplemente desapareció de mi vida y hoy, como hace más de nueve años en Miraflores, alguien se le acercó a una vendedora mientras aguantaba las gotas de lluvia sobre su espalda y le dijo: "Señora, deme por favor uno de estos helados", solo que no por querer saborearlo, sino por infinita nostalgia.

Me gustas tú - Manu Chao