lunes, 14 de junio de 2010

El decir(me) sí

Me vi tocando el timbre de su casa y pensé, “qué diablos hago acá” y peor, “¿qué demonios voy a hacer una vez esté dentro?”. La sensación me supo a déjà vu. Definitivamente ya había experimentado algo parecido con una ¿amiga? de antaño, cuando fui por primera vez a su hogar. Aquella vez miré su fachada y me di media vuelta. Di un paseo fugaz por las inmediaciones y volví diciéndome a mí mismo que era algo que tenía que hacer. A consecuencia de ello, de esa improvisada capacidad de decisión, logré aprender a desenvolverme mucho mejor en el territorio de una chica. De eso, por lo menos doce años.
Pero a esta ¿amiga? la conocía un poquito, algo, “más que mi compañera, ya era alguien familiar cuando me invitó a verla en su cancha”, me repetía. “¿Acaso el timbre está malogrado? ¿será esta una señal divina?”. Llamé por teléfono y nada. “El timbre una vez más”, y me dejó pasar. Después de andar un par de minutos adentro y de desterrar de mi cabeza cualquier atisbo de timidez, la pasé genial siendo un extraño entre extraños, encargándome de demostrarme a mí mismo que podía ser un florero despabilado e, incluso, un gilero descontrolado.
“Es que nunca te habías permitido ser así”, me dijo 24 horas más tarde mi pata derecha Johanna. Y tenía razón. El decir no fue desde siempre una de mis principales debilidades. Nunca le decía no al resto. A la única persona a la que le podía negar ayuda, cariño o posibilidades de lograrlo todo era, paradójicamente, a mí mismo. No era mi costumbre decirme “sí”, hasta ese día, gran día por cierto, a los que le siguieron otros llenos de curiosos y aleccionadores eventos.
¿Quién era esa chica que me había invitado a su casa? Una chica que había conocido en mis clases de francés y que, a la larga, se volvió más que una conocida. En ese instante no lo sabía y hoy me digo, "que bueno que las cosas resultaran así". Digamos que mi pequeña previa a Paris (libertad, me habían dicho) fue un encontrón con mi antiguo yo, con el Diego clásico, el que hablaba de literatura, de amistad, el que citaba frases célebres y recitaba poemas de Benedetti, sumado a uno mucho más sociable, mucho más, bastante más. Entonces me prometí algo que tengo planeado cumplir hasta que no me de más el medio cuerpo que tengo: no me voy a decir jamás no, la voy a pasar bien sin la estupidez de llegar a ser egoísta en el proceso, por consiguiente, si quiero dar un beso, lo doy. Si quiero decirle a alguien "te quiero", lo voy a hacer, así le resulte extraño. Si quiero empujarme uno de los mejores lomos saltados de Lima (como hice hace un rato), no voy a dudar entre el precio o si voy a dejar la mitad del plato o mi gastritis o lo que sea. Si quiero ver a alguien a quien no veo hace años, la voy a buscar hasta el fin del mundo si es necesario (bueno, tampoco tanto XD). Todo eso porque, es increíble, nunca más va a volver a ser (miro el reloj), 2 y 24 de la tarde de un 14 de junio del 2010.
He pasado días geniales a partir de esta nueva actitud. A veces siento que no me va, pero me vale madre realmente, ya que considero que por el momento (y por todo lo que pasé en los últimos meses) está bien hacer las cosas sin pensar y así creer que luego no voy a tener nada para preguntarme “¿y si…?”. Ya bastante perdí por miedo de perder. Ya bastante le he dado a gente que no valía nada y que terminó dándome la espalda. Yo, que -para mí- valgo más que todo el oro del Perú, me merezco lo mejor del mundo como todas las buenas personas que he conocido a lo largo de mi existencia, así que eso es lo que tengo que brindarme. Ni más, ni menos.

Fanky - Charly García

jueves, 3 de junio de 2010

El genio de Úbeda

Una tarde del año 1997 en la casa de mis queridísimos primos Giovanni y Bruno escuché lo siguiente vía radio Miraflores:

Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.

Lo que vino después fue la pregunta de rigor: “¿Quién es el cantante?”, y mi tía Irma contestó: “Creo que se llama Sabina”.
Luego de aquél encuentro no hice mucho por investigar más sobre el genio de Úbeda hasta que el cable se hizo popular en el Perú y más una MTV que era por aquél entonces realmente MTV. De pronto veía a Fito Paez cantar “y al final sale un sol incapaz de curar las heridas de la ciudad… y se acostumbra el corazón a olvidar” junto a un tipo delgado de voz aguardientosa y me dije: “Ese es Sabina”.
Por azar —como las cosas más increíbles del mundo— llegó hasta mis manos un cassette con el Física y química y, por azar también, lo puse en mi equipo de sonido. Lo escuché y vaya… recuerdo haber caído presa inmediatamente de Amor se llama al juego y de A la orilla de la chimenea.

Puedo ponerme cursi y decir
que tus labios me saben igual que los labios
que beso en mis sueños.
Puedo ponerme triste y decir
que me basta con ser tu enemigo, tu todo,
tu esclavo, tu fiebre, tu dueño.

Entendí también lo genial de una canción que tantas veces había escuchado ser criticada cuando sonaba en las radios con insistencia durante los primeros años de la década de los 90: La del pirata cojo (“Ah, esa era de Sabina”) y soñaba con ser un tipo lo suficientemente cosmopolita, de mundo, como para enfrentar algún día historias como las de Y nos dieron las diez y Peor para el sol.
Ver a Sabina anoche fue exactamente como lo describe la nota que publicó la versión electrónica del diario El Comercio (coredactada por un seguidor incondicional como Ángel Pilares): “Ver al hombre del bombín sobre el escenario es un espectáculo de conversación. Es hablar con él a través de sus canciones y escuchar su voz que, para ellas, es tan rasposa como la barba de un hombre y, para ellos, es tan suave como la piel de una mujer. Pero verlo, oírlo, sentirlo, es como hablar con un viejo amigo que visita el Perú de vez en cuando y del que hay que despedirse con una cariñosa obligación”.
El cantautor español es sentimiento puro, experiencia… es melancolía y, a veces, rencor o alpinchismo. Es Y sin embargo, 19 días y 500 noches, Princesa, Contigo, Nos sobran los motivos, o Embustera. Es ¿Quién me ha robado el mes de abril?, Mentiras piadosas, Pastillas para no soñar, Medias negras o Por el boulevar de los sueños rotos. Es poesía o frases como “Él estaba hecho mierda porque su novia lo había dejado, mientras que yo estaba hecho mierda porque mi novia no me dejaba tener novia. Estaba feliz. Es ahí cuando mi amigo me dijo: ‘Qué bajo has caído’”, que tan a gusto soltó durante su presentación en Lima. Es un maestro.

A este ruido tan huérfano de padre
no le voy a permitirle que taladre
a un corazón podrido de latir,
este pez ya no muere por tu boca,
este loco se va con otra loca,
estos ojos no lloran más por tí.

Es lo máximo.