viernes, 26 de abril de 2013

Ciegos todos... y tu mamá también

En un mundo de ciegos el tuerto es rey... ¿y si, de pronto, una epidemia de ceguera no deja sobre el orbe siquiera un tuerto? ¿y si en verdad todos ya estamos ciegos?
En Ensayo sobre la ceguera, José Saramago hace una crítica acertadísima al sistema en el que actualmente nos desenvolvemos: toda la humanidad padece una enfermedad que la va dejando ciega. Sobre el trazo, lo más oscuro de nuestra especie y lo mejor de la misma se dan de la mano en una suerte de locura racional que poco a poco va degenerando, como en historia zombie.
Un hombre parado ante un semáforo en rojo se queda ciego súbitamente. Es el primer caso de una "ceguera blanca" que se expande de manera fulminante. Internados en cuarentena o perdidos en la ciudad, los ciegos tendrán que enfrentarse con lo que existe como más primitivo en la naturaleza humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio.
La obra pone en evidencia el comportamiento que tiene el hombre en situaciones extremas: una verdadera joya literaria que me recomendó mi señor padre hace como diez años y que no tuve oportunidad de leer hasta hace apenas una semana. Quizá por ciego... por no darle su real importancia.
Dice la reseña de la tapa: Saramago nos alerta sobre "la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron".

Algunas cosas del libro (van pa' la peña):

-Bien, gracias... es lo que decimos cuando no queremos mostrar nuestra debilidad. Decimos, bien, aunque nos estemos muriendo. A esto lo llama el vulgo hacer tripas corazón, fenómeno de conversión visceral que solo en la especie humana ha sido observado.
-Si antes de cada acción pudiésemos prever todas sus consecuencias, nos pusiésemos a pensar en ellas seriamente, primero en las consecuencias inmediatas, después, las probables, más tarde las posibles, luego ls inimaginables, no llegaríamos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos. Los buenos y los malos resultados de nuestros dichos y obras se van distribuyendo, se supone que de forma bastante equilibrada y uniforme, por todos los días del futuro, incluyendo aquellos infinitos en los que ya no estaremos aquí para poder comprobarlo, para congratularnos o para pedir perdón. Hay quien dice que eso es la inmortalidad.
-Va a haber lucha, guerra. Los ciegos están siempre en guerra, siempre lo han estado. Volverás a matar. Sí, si es preciso, de esa ceguera ya nunca me libraré.
-Hay que tener paciencia, dar tiempo al tiempo. Deberíamos haber aprendido ya, y de una vez para siempre, que el destino tiene que dar muchos rodeos para llegar a cualquier parte. Solo él sabe lo que le habrá costado traer aquí este plano para decirle a esta mujer dónde está.
-Se ha acabado todo, respondió la vieja con una súbita expresión de desconfianza en los ojos ciegos, modo de decir que en estas situaciones siempre se suele usar, pero que realmente no es muy riguroso, porque los ojos, los ojos propiamente dichos, no tienen expresión, ni siquiera cuando han sido arrancados. Son dos canicas que están allí, inertes. Los párpados, las pestañas y también las cejas son los que se encargan de las diversas elocuencias y retóricas visuales, pero la fama la tienen los ojos.
-No faltaban parásitos cuando veíamos, y en lo que dices de la sangre, para algo ha de servir aparte de para sustentar el cuerpo que la transporta. Y ahora vámonos a dormir que mañana es otra vida.
-Si alguna vez vuelvo a tener ojos, miraré verdaderamente a los ojos de los demás, como si estuviera viéndoles el alma. El alma, preguntó el viejo de la venda negra. O el espíritu, el nombre es igual. Fue entonces cuando, sorprendentemente, si tenemos en cuenta que se trata de una persona que no ha hecho estudios avanzados, la chica de las gafas oscuras dijo dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, esa cosa es lo que somos.

El tuerto y los ciegos - Sui Generis

jueves, 25 de abril de 2013

Siempre puedes olvidar

Dame amor hasta mañana, hasta que te quieras ir ♫



Aquí o en la China uno es lo que es, sin más ni menos. Uno es lo que pisa, lo que dice, lo que se demora en despegar. Uno no es lo que calla, pero sí lo que mata, lo que ríe. Uno es lo que llora, lo que ronca, lo que come... uno es, a ciencia cierta, lo que hace y no necesariamente lo que siente. Son las acciones y sus consecuencias las que miden nuestro desempeño en la vida, no nuestras buenas intenciones...
Hoy me vi a mí mismo escuchando a alguien a quien he aprendido a estimar mucho. Ella estaba triste. Tenía algo en la cabeza que no le permitía seguir... y vaya que aquí es importante seguir, aunque una cosa es rendirse y otra es saber decirse "ya lo he hecho todo, ya no se puede hacer más"... en su caso, pues aún hay mucho pan por rebanar. Ella estaba triste, como triste he visto a muchas personas en mi vida, y contra todo pronóstico, contra un miedo profundo a no poder ayudar a alguien cuyo idioma es muy distinto al mío y así atentar contra el cumplimiento de la promesa que hice cuando adolescente, creo que le fui útil. En la marcha me hizo pensar en mí, en qué es lo que soy y lo que quiero ser... en todo lo que he cambiado.
"Esta ciudad es una mierda". "Seguro que sí". "Lo es, ¿no has pensado en irte, en volver a tu país? Yo siento que aquí no hay nada que me pueda hacer sentir bien". Y entonces le conté una historia, lo que fue de mí en los últimos años: que alguna vez sentí que Lima ya no tenía nada que ofrecerme, pero que al darle una oportunidad, pues esta me sorprendió de formas inimaginables. "Yo no quería estar allí, en Lima... mi corazón estaba en París... pero alguien me dijo que era un idiota por pensar así, que Lima tenía aún mucho por ofrecerme y enseñarme... y ahora, gracias a eso, me encanta bailar, me gusta la playa, sonrío más, vivo más... porque todas esas cosas las aprendí allá. París aún tiene mucho que ofrecernos y enseñarnos".
"París tiene mucho que ofrecernos y enseñarnos", pienso ahora, en una casa que aprendí a llamar casa mientras los dos peruanos que viven conmigo duermen en la habitación, peruanos a los que aprendí a llamar amigos y hasta hermanos. "París tiene mucho que ofrecernos y enseñarnos", pienso ahora, así como en todas las personas a las que he conocido en los últimos meses y todas las experiencias, buenas y malas, que me ha tocado enfrentar a lo largo de esta aventura extranjera. He visto cosas que siempre había soñado con ver y otras que no tenía idea que podían existir... "París tiene mucho que ofrecernos y enseñarnos", pienso ahora, y entonces veo todos los requisitos que pide la universidad para postular al Máster 2, cuestiones que me obliga a presentar cuanto antes, pese a no saber aún cómo me irá en el Máster 1 cuya memoria (tesis) aún estoy desarrollando. Pesa todo, cansa... aburre. "París tiene mucho que ofrecernos", pienso ahora, y nuevamente en que una cosa es rendirse y otra es saber decirse "ya lo he hecho todo, ya no se puede hacer más", pues cuando un sueño se toca y nos sentimos satisfechos con ello... todos nuestros esfuerzos deben estar puestos en palpar el siguiente, uno quizá aún más brillante... y con esas, aunque joda o aterrorice, hay que saber arriesgarse y pelear contra el conformismo... después de todo, aunque algo salga mal, siempre está la opción de olvidar y avanzar, que es más que una obligación, algo que debería ser lo más natural del mundo.

Puedo aterrizar sin luces, puedo aterrizar en la oscuridad... puedo hasta abrazar las cruces ♫

martes, 23 de abril de 2013

Tu sonrisa inolvidable

Vamos y no le demos al final tanta importancia ♫



Un poco de agua para el camino
Un poco de aceite para que resbale fácilmente el destino
Un poco de corazón para darle cuerda al valor
Un poco de razón para no desabarrancar el amor
Un poco de tiempo para llegar convencido
Un poco de azar para entrar y no salir jamás

Sigo sobre la idea del destino, con las mil y una noches no termino ♫

domingo, 21 de abril de 2013

Sugar Man: lenta, pero llega la justicia

Al menos eso es lo que parece enseñar un documental como el de Searching for Sugar Man, a todas luces uno de los mejores trabajos de producción que he visto en los últimos meses.
De principio a fin, la cinta emociona, atrapa y la historia sorprende: un obrero cantante tiene la oportunidad de poner un disco en el mercado de EEUU. Este no vende nada. Saca un segundo album. Peor. Piensa que su carrera artística acaba allí... sin embargo, décadas después se entera que alguna vez su obra llegó a Sudáfrica y que allá es una estrella de la talla de Elvis o Bob Dylan.



Tarda, pero llega la justicia.
Interesante la reacción de Rodríguez al saberse famoso de la noche a la mañana, pues lejos de sentir que ha perdido la mitad de su vida siendo, digamos, un desconocido, su optimismo termina marchando por delante de cualquier resentimiento. Una joya.

martes, 16 de abril de 2013

La voz a ti debida

Maestro de maestros... el buen Pedro siempre está en mi bobo. Para más, en A media voz.

La voz a ti debida - Pedro Salinas

¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!»
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas».

PD: Ayer te besé en los labios... - Pedro Salinas

Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto,
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más. El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada ya,
para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.

Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no...
-¿Adónde se me ha escapado?-.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.

La parte de adelante - Andrés Calamaro

lunes, 15 de abril de 2013

Bitácora de un gato en París: César Vallejo

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada; 
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros, 
la soledad, la lluvia, los caminos...

Y un día se fue. Y lo que dejó fue una obra fantástica, de la cual no debo (no merezco) comentar nada... pues al tipo es mejor leerlo que explicarlo.
Y un día se fue, un día como hoy, en el año 1938. No sé si fue jueves, como prometió, pero a mí me tocó ir a visitar su tumba un jueves, bajo aguacero, por pura casualidad. 


Entonces todos los hombres de la tierra 
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; 
incorporóse lentamente, 
abrazó al primer hombre; echóse a andar...

Y un día se fue. Y ni todos los hombres de la tierra pudieron evitar su partida. "Masa", justamente, es un poema que me trae buenos recuerdos, debido a que poco antes de venir a París, pude escuchar a mi papá y a uno de sus hermanos recitarlo en una de las últimas reuniones familiares a las que pude asistir en Perú . Fue mágico. 

Doblé la calle por la que raras
veces se pasa con bien, salida
heroica por la herida de aquella
esquina viva, nada a medias.

Y un día se fue, pero solo en cuerpo, ya que al buen César se le va a recordar siempre. Frente a su espacio de reposo final, aquél jueves, de octubre (no de enero), me acerqué unos instantes para luego proseguir mi marcha. “He nevado tanto para que duermas”, le dejó a manera de epitafio el amor de su vida. Hoy es lunes...

Murmurado en inquietud, cruzo,
El traje largo de sentir, los lunes
De la verdad.
Nadie me busca ni me reconoce,
Y hasta yo he olvidado
De quién seré.

Y un día se fue. Y ahí nos veremos.

Strangers in paradise - Orquesta Contemporánea

domingo, 14 de abril de 2013

Bitácora de un gato en París: Primavera que canta

Hoy es el primer domingo de primavera en Francia. Como hizo calor todo el día y los rayos solares fueron constantes y hasta quemaban, mis colocs y yo decidimos aprovechar el buen clima y caminamos desde nuestra casa, en las afueras de la gran ciudad, hasta el corazón de París.


Lo más interesante de todo, en realidad, nos ocurrió una vez llegamos al centro, pues nos pareció que estábamos en un lugar distinto: los locales sonreían. La felicidad parecía envolverlo todo, como si la hubieran sacado de un cajón invernal, comprimida, y le hubiera explosionado a la gente en la cara, llenándola de optimismo.
No parecía existir el estrés y las chicas estaban más lindas que nunca.
En fin: Bienvenida primavera. Ojala y sea así siempre.

Ya llegó la primavera - The Sacados

sábado, 13 de abril de 2013

Julio Ramón, la palabra del mudo y yo (o Él es el culpable)

Supongo que la primera vez que leí un cuento de Julio Ramón Ribeyro debe de haber sido en la escuela, probablemente "Los gallinazos sin plumas", pero seguramente, como suele pasar con las cosas que te imponen en el colegio, no le presté atención, pues mi recuerdo respecto a ese hecho es bastante flojo, casi inexistente. De su lectura mi memoria guarda imágenes más claras de mi época preuniversitaria, cuando el acto de leer era mucho más voluntario y, por ello mismo, mucho más rico. Fue un ejemplar prestado de la Colección del Sol Blanco: La palabra del mudo, el tomo IV (de 4), para ser exactos, que al hojear llamó mi atención por el curioso título de uno de sus cuentos: "Solo para fumadores". Puntualmente, la palabra SOLO, como si se tratara de algo exclusivo, algo que únicamente entendería alguien que sabe lo que es encender un cigarrillo, golpear el pucho y, a su vez, disfrutarlo. Y así conocí más íntimamente su obra.
Me encantó su "teoría filosófica y absurda" sobre el por qué de dicho hábito, su prosa, su ingenio, su capacidad para hacer cómplice al lector de sus historias, para engancharlo y presentarle a una serie de personajes sombríos, a menudo tristes, insatisfechos con su destino, y que están al acecho de la mejor oportunidad para reivindicarse con ellos mismos y con la vida, no siempre con la suerte deseada. Debo decir que me sentí identificado con sus relatos y hasta me veía representando a varios de ellos o renegando, por ejemplo, de la muerte absurda de alguno de sus protagonistas, de ser el caso, como en el último texto de aquél libro: "Los otros", parte de sus "Relatos santacrucinos". El más inmerso.
... Del posible crematorio nazi en Polonia, Martha se libró para morir ahogada a los trece años en las miserables aguas de un río miserable de un país miserable.
Y entonces allí estaba yo, cruzando lecturas. Sabato, García Márquez, Kafka, Cortazar, Hemingway, Camus, Bryce Echenique, pero nunca con un vínculo tan estrecho como con Julio Ramón y aquél veintiúnico libro que tenía de él y que al cabo de un tiempo tuve que devolverle a su dueño. Quería más, o al menos tener mi propio ejemplar, pero por aquella época, como ya lo escribi, era estudiante, dependiente 100%, Internet y sus descargas no eran más que sueños en la cabeza de algún genio, y el dinero que me daban mis padres no era para textos literarios, sino para pagarme los estudios. Ahorraba, pues mi idea era comprarme la misma edición del libro, pero los cerca de 60 soles que siempre me pedían en las librerías  por él -o incluso en el Jirón Quilca- tumbaban siempre mis ganas, así que al final, el poco billete que conseguía juntar se iba en mantener un sinfín de conversaciones, muchas veces literarias o filosóficas, con mi hermano y algunos de los amigos que llevaba a casa, acompañadas siempre de una detestable oferta de ron que venía con alguna bebida gaseosa (generalmente Cabo Blanco con Sprite).
En una larga mesa de madera... estaba el bar donde había cerveza para los sedientos, vino chileno para los gourmets, pisco para los borrachos, whisky para los alienados, ron cubano para los contestatarios y chicha para los indigenistas...
No me quejo de ello, ya que la buena relación que hoy tengo con mi hermano se la debo en parte a todas aquellas jornadas en las que, cuba libre en mano, nos entreteníamos citando a Ribeyro, al maestro de Bolívar (no el jabón, el Libertador) o a Erick Fromm, mientras veíamos como nuestros vasos se iban secando, nuestros rostros transformando, y como la conversación degeneraba en Coelho, "esa chica me gusta", "¿cuál? ¿la que no te da bola?", y así sucesivamente hasta que alguien, menos yo, caía rendido ante Baco.  
Pero me consolé pensando que solo tenían derecho a la decadencia quienes habían conocido el esplendor... :D
Hasta que un día, como siempre ocurre en los cuentos... Hasta que un día, ya en la universidad, una amiga me invitó a participar en una feria del libro que iba a realizarse en plena cancha del Estadio de San Marcos. "La feria del libro más grande vista", rezaba el slogan, y la verdad no era gran cosa, pero cómo es de gracioso el destino, que en uno de los puestos desparramados sobre el campo vi brillar no solo aquél tomo IV de La palabra del mudo, sino también a su hermanito menor, el tomo III. Como no me costaba hacerlo, pregunté por el precio del bicho y grande fue mi sorpresa y estupor cuando el vendedor me dijo 15 soles. Era octubre, acaba de cumplir 18 años, y ¡oh! ¡maravilla!, la propina acumulada por mi santo le calzaba a la misión como anillo al dedo. "¿Los dos?", me animé a preguntar, haciéndome el comprador canchero. "Sí", me dijeron. "¿Puede quedar en 14? tu sabes, para mi pasaje...". "Mmm... bueno...". Qué loco. 
Un sombrero de Napoleón, en un museo, ese sombrero guardado en una urna, está más muerto que su propio dueño.
Desde entonces ambos me han acompañado como mugre a francés, tanto así, que estuvieron de cajón en la lista de los libros que iba a traer a París, junto a otros con igual feeling, como mi favoritísimo Del Amor y otros demonios que me regaló mi hermano, un ejemplar de El amor, las mujeres y la vida de Benedetti, y un Juntacadáveres, que viajó de Argentina a mis manos, obsequio del gran Ángel Pilares, a quien extraño como la gran flauta.


Durante esta estancia en Francia, debo señalar, he tenido la oportunidad de leer nuevamente los textos de Ribeyro con un aire fresco, encontrándoles así otros significados a sus líneas y aún mayor identificación, al reconocer entre sus párrafos algunos nombres de calles parisinas, estaciones o lugares que ahora mismo me son accesibles, familiares y hasta cotidianos.
El Citroen siguió al carro de Paradis por bulevares arbolados, sombríos y tomando la orilla del Sena se dirigió hacia Nation. En una calle que daba al bosque de Vincennes se detuvo...
Al terminar "Alienación" (lo mejor de lo mejor, pienso) hace unos días me vi teniendo un déjà vu: "París 1975", leí al final del relato y pensé: "París debe de ser un buen lugar para obtener inspiración". Y de pronto lo supe. Julio Ramón es el culpable. Si bien desde niño siempre aluciné con ver en vivo a la Mona Lisa, no fue hasta que me topé sin querer queriendo ante la obra de Ribeyro que mi sueño por pisar París se consolidó. Y ¡claro! ¡esa era la razón por la que quería escribir lo primero que me viniera a la cabeza sentado frente a la Torre Eiffel! Deseaba buscar la inspiración.
Julio Ramón es el culpable... tanto así que si lo tuviera en frente seguramente le reclamaría: "¿Cuál es tu problema? ¿en qué estabas pensando?"... no, nunca tanto... nadie es responsable de aquellas cosas que a uno le puedan pasar durante su camino, tranquilo o turbulento, hacia aquél punto en el que todos finalmente nos encontramos. Como jugando, la verdad le diría "gracias", como suelo hacerlo con todas las personas que han hecho algo por mí, sea valioso o mínimo. GRACIAS, tan simple. "Gracias", si leíste todo el post, por ejemplo... y si lo que quieres es hacer a un amigo feliz, pues aún no tengo en casa a los sobrinos del tomo IV, los tomos I y II. Ya la imaginación hará el resto.
Era una noche espléndida. Levantando su violín lo encajó contra su mandíbula y empezó a tocar para nadie, en medio del estruendo. Para nadie. Y tuvo la certeza de que nunca lo había hecho mejor.

Heros - The Wallflowers          

viernes, 12 de abril de 2013

Ya no

Bastante intenso, en verdad, duro... y aunque triste, interesante. Las cosas que uno encuentra gracias a la suerte, la insistencia y a Google: Elena Idea Vilariño Romani nació en Montevideo en 1920... Escribió para las revistas Clinamen y Número, esta última codirigida junto a Mario Benedetti...

Ya no - Idea Vilariño

Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.

PD: El olvido - Idea Vilariño

Cuando una boca suave boca dormida besa
como muriendo entonces,
a veces, cuando llega más allá de los labios
y los párpados caen colmados de deseo
tan silenciosamente como consiente el aire,
la piel con su sedosa tibieza pide noches
y la boca besada
en su inefable goce pide noches, también.

Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos...

Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa
sabe ah, demasiado, sin tregua, y ve que ahora
el mundo le deviene un milagro lejano,
que le abren los labios aún hondos estíos ,
que su conciencia abdica,
que está por fin él mismo olvidado en el beso
y un viento apasionado le desnuda las sienes,
es entonces, al beso, que descienden los párpados,
y se estremece el aire con un dejo de vida,
y se estremece aún
lo que no es aire, el haz ardiente del cabello,
el terciopelo ahora de la voz, y, a veces,
la ilusión ya poblada de muertes en suspenso.

No me nombres - Javier Calamaro / Andrés Calamaro

domingo, 7 de abril de 2013

Bitácora de un gato en Londres: London calling

Y llegamos a Londres. De arranque, la gente sonríe y respeta al otro. Las mujeres no son tan lindas como en París, pero tienen un par de razones para llamar la atención... como su gracioso caminar sobre tacos y su aparente indiferencia al frío que les hace vestir con prendas más que invernales, primaverales. Por donde se mire hay verde y, si se tiene suerte (como yo la tengo) se puede tener un bosque inmenso -como distrito limeño- en el jardín de tu casa.
La vida funciona como reloj... la hora inglesa, desde luego... y el British Museum es algo tan impresionante que uno se puede perder dentro (literalmente).


Ahora entiendo porque aquí terminó un paisano mío llegado from deepest, dark Perú.

London calling - The Clash

jueves, 4 de abril de 2013

Bitácora de un gato en Liverpool: La ciudad roja

Una de las cosas que más me llama la atención en Inglaterra es el color rojo que tiñe muchos de sus edificios. Si en París el blanco es el color que domina la mayor parte de sus casas, en lo que he visto aquí es el marrón y los tintes rojos, algo que pude ver incluso desde el avión.
Hoy tocó Liverpool y mucho de estos edificios rojos, sobrevivientes a la revolución industrial, pegados a un río enorme, el más grande que he visto hasta ahora: el río Mersey. A su lado, en un restaurante super nice, tuve la oportunidad de probar el tradicional fish and chips, que es básicamente pescado rebozado acompañado de papas fritas.
Sorteando a tipos amables, ingleses, con un acento raro, muy difícil de entender, llamado "scouse", mi guía en estas tierras (mi hermana) y yo llegamos ante el museo de los Beatles y entramos a pasarla bien. Una pena que no pudiéramos tomar el "Yellow Duckmarine", un tour por la ciudad llevado sobre un vehículo anfibio que eventualmente entra al Mersey.

Yellow submarine - The Beatles

miércoles, 3 de abril de 2013

martes, 2 de abril de 2013

Se salió el mar

Bueno, nunca tanto...
AVISO de servicio público: esto es más mío que nunca.
Hubo un tiempo en que todos éramos inocentes, en que ser amigo de alguien significaba únicamente correr a su lado, sonreir, pasarla bien. Cuando niño, uno aprende jugando, oliendo, saborenado, riéndo y llorando... cuando crecemos es la misma cosa, solo que hay una carga más pesada, algo que, honestamente, ahora mismo no estoy en condiciones de racionalizar... cuando se es joven y se quiere a alguien no hay tantas heridas, porque en el recuerdo solo hay una persona y eso es todo... pero pasan los años, las cicatrices acumuladas, la gente perdida, y uno se guarda dentro de una fortaleza... se aprende, quizás ya de otra forma, y las relaciones adquieren un sentido menos altruista o sincero, se condicionan: "te quiero porque te necesito", en su mayoría, y pocos se dan cuenta de ello, porque es más fácil vivir sobre una mentira piadosa.
Si escribo esto es porque una amiga me pidió hacerlo, porque a veces es mejor agarrar una emoción fresca, darle con palo, y luego de un tiempo, con la tranquilidad de bandera, pues analizar lo ocurrido para decirte qué idiota fui, realmente tuve la razón, o lo que fuera...
Y vamos...
Cuando la chica del helado y yo estábamos "peleados", me deprimía. Me la pasaba pensando por qué era que una relación tan estrecha y fuerte se había convertido en nada, y cuando nos volvimos a acercar, luego de más de cinco años, y conseguimos volver a tener una buena amistad, pues sentí con ganas que había recuperado parte de mi corazón, como si se lo hubiera dejado en consignación. Voilà un final feliz, aunque costara mucho, mucho, haaartos meses alcanzarlo.
No me gusta estar peleado con alguien. Lo detesto. Por ello, cuando sé que he cometido una falta, hago lo posible por arreglar el problema, así me manden al carajo una u otra vez, pero al revés no siempre funciona. Aunque le pueda decir a la persona que me defraudó o al mundo que no quiero saber nada de ella, en el fondo me muero de ganas de que, a pesar de mi supuesta postura indomable, se las ingenie para llegar hasta mí. Pienso: si la regó, que recupere mi confianza. Si es importante para ella, pues lo hará a pesar de mi cara de poto... y si lo hace, si se acerca con una disculpa sincera, no queda otra que decirle "bienvenida a casa". Esto lo deberían saber quienes de verdad me conocen: que es sencillo, muy sencillo, "jugar" conmigo. Pero, ¿qué pasa si esa persona no se acerca nunca y, por el contrario, se aleja cada vez más hasta convertirse en un fantasma? Simple: nunca tomó la relación como algo por lo que valiera la pena pelear, y que se vaya a la puta madre, ¿no?
Hoy desperté con el humor bastante bajo y como mandado a hacer, vi más tarde una foto de una ex, relativamente reciente, que representaba la alegría que tuvo durante su última visita a Lima. Estaba al lado de uno de mis mejores amigos... eso me llegó a la punta del huevo derecho (por el contexto, más que por el mero hecho), pero no tanto como ver que al otro costado se encontraba una tipa, una que a mi ex y a mi, cuando aún éramos novios, nos había clavado un puñal por la espalda, digámoslo así. Por cuestiones de orgullo, honor y cuidado, convenimos entonces en no volver a confiar en ella... y entonces, como por una suerte de revancha, ahí estaba ahora, multicolor, cagándose de risa en mitad de una discoteca limeña, abrazándose al cuello de una persona a la que quise como a mí mismo y que hoy en día es Gasparín.
Me dio cólera y luego pena cuando comparé la situación con lo vivido junto a la chica del helado, pero lo que más me palteó fue verme llorando sin saber a ciencia cierta por qué era que las lágrimas mojaban mi rostro. Era como si mi cuerpo supiera algo que mi cabeza no entendía, pues racionalmente repetía: "Aquellas personas que te han hecho daño no merecen estar más a tu lado". Claro está, pero igual jode. Y ahora, que ya mandé todo a la porra, gracias al poder exfoliante de la escritura y al saber que mañana voy a pisar Manchester y a olvidarme por un tiempo de que existe París, recuerdo sonriente una frase: "Ninguna de nosotras merece tus lágrimas". Me la dijeron en una fiesta hace 15 años. Yo estaba medio transtornado, porque la chica que me gustaba estaba bailando con otro, y pensaba que era mejor regresar a mi casa. De pronto, la hermana del anfitrión se me acercó y me preguntó si me sentía bien. Le dije "no", y como si supiera la fuente de ese mal genio, añadió: "Ninguna de nosotras merece tus lágrimas, recuérdalo. Tu eres un buen chico y te mereces lo mejor del mundo". La historia de mi vida...

Hallazgo de las piedras - Silvio Rodríguez