miércoles, 14 de septiembre de 2011

Importar

"La quiero", pensé. El terror se apoderó de mí a partir de esa certeza. "La quiero y tengo que distanciarme. DEBO hacerlo, por mi bien, por mi salud mental". Y lo hice.
Dos cariños anteriores habían terminado con mi paciencia. Dos relaciones muertas a partir de la liberación de mis sentimientos en las que la amistad, mi primer temor a perder, había quedado en el olvido. La primera, porque me trató como un can cuando le dije "te adoro". La segunda, porque simplemente le dio igual. Me dolió entonces, mucho más a mí que a ellas, la distancia, el entender que nos habíamos perdido de retener la confianza, más allá de cualquier otra cosa... yo intenté salvarlo todo, pero a la larga me estrellé contra paredes formidables, solo para darme cuenta al final que la gente no le da el mismo valor a los momentos que uno pasa con otros y que cualquiera se puede desprender de cualquiera con facilidad.
"La quiero", pensé. Aterrado me escapé de ella por unos días. Al tercero me buscó e hizo algo que nunca, jamás, alguien que me gustara había hecho hasta ese instante por mí: me increpó, me exigió volver a buscarla porque yo era demasiado importante para ella como para perderme de cualquier forma. Unas semanas más tarde, esa chica se convirtió en mi enamorada. Hoy, de esa chica no queda rastro alguno. Es un fantasma.
Cuento todo esto porque justamente hoy, después de meses de optimismo, me sentí mal porque me di cuenta que había caído en el mismo círculo intentando perseguir el rastro de algunas personas que no valoran lo que otros puedan hacer por ellas. Creo yo que cuando se tiene una relación con alguien es vital demostrarle importancia, retribuirle de alguna forma la confianza... no solo buscarle cuando se le necesita, sino, por ejemplo, cuando uno cree que ese alguien NOS necesita.
Me gusta una chica, ¿vale? Es linda y buena gente, ¿vale? Durante las últimas semanas he tratado de ser detalloso y de demostrarle que me interesa, como amiga (en principio, porque eso es lo que yo privilegio), pero me duele, me jode, darme cuenta que si yo no muevo un dedo para ponerme en contacto con ella no tendríamos una conversación en milenios. Me duele, me jode, que cuando estamos juntos nos llevemos bien, nos matemos de risa y que parezca que nos comprendernos, pero... ¿en qué momento me va a demostrar que yo le intereso lo suficiente como para ponerse ella en contacto conmigo? Debo suponer que le vale un centavo, que tiene otras cosas más importantes... que solo me termina haciendo caso por pura amabilidad... bueno, felizmente aún no he llegado a pensar "la quiero", pero la sensación de desear escapar de antaño volvió, pues, como ya lo he escrito antes, ya no estoy como para jouer au chat et à la souris, ¿vale? Así que a otra cosa mariposa. Para perder mi tiempo y mi papel, mejor en algo que me demuestre que valga la pena, aunque claro, admito, me da rabia, raaabia, pensar que solo una mujer ha podido tener una respuesta tan asertiva conmigo y que, lamentablemente, esa chica ni siquiera exista porque la vida la borró del mapa y a su reflejo lo volvió tan ingrato como a la mayoría de la gente que conozco.

PD: Felizmente están los amigos.

Tracción a sangre - Gustavo Cerati

No hay comentarios:

Publicar un comentario