Y mientras la acompañaba en el taxi se me revolvía la cabeza. La noche había sido perfecta. Yendo de un lado hacia otro, hablando sobre lo mucho que habían cambiado nuestras vidas en los últimos años y dándonos cuenta de lo parecido que pensábamos sobre las relaciones producto de nuestras experiencias similares de vida y proyectos. Era justo verla a los ojos, mientras tomábamos unas cervezas en un local miraflorino, y preguntarme ¿por qué no?, pero la respuesta a esa pregunta era bastante difícil de contestar. Luego ella, en el taxi, abrazada a mí, con su cabellera oliendo a mil flores y una mano sobre una de mis piernas. Yo contemplaba su rostro. Supuestamente dormía. Yo pensaba: ¿la beso? pero la respuesta a esa pregunta era bastante difícil de contestar también, al menos en ese momento.
Años atrás la quise. Estaba templado y simplemente nunca tuve una oportunidad. Ya lo había visto venir: ella linda, con toda su gracia, y yo creyendo que era la indicada, que esas sonrisas, abrazos y frases lindas me estaban diciendo algo. No era así, al menos esa fue la versión oficial, y años más tarde, ambos con el corazón roto, nos volvimos a acercar. Debo admitir que fui al choque... ¡era obvio que estaba yendo al choque!... y hay que mencionarlo: era algo injusto, pues era obvio además que ella me gustaba -por todo el antecedente. Entonces, ella me contestaba las indirectas como siempre, con sonrisas, abrazos y frases lindas, mas algo había cambiado: ambos habíamos crecido... y era obvio, repito, que yo estaba yendo al choque sin medir ninguna consecuencia: un día intenté besarla mientras bailábamos, pero las malditas circunstancias jugaron en contra: un ex entrometido. "¿Qué mierda está haciendo aquí?", le dije entre Pisco y Nazca. "La verdad no tengo ni idea, pero como jode".
Otro día, mucho después del anterior, salimos a tomar y a bailar porque ambos teníamos ganas de divertirnos. Al fin solos, paseamos por muchos bares y hablamos de todo un poco... y, como siempre, ese hablar lo arruinó todo... si quieres ser pendejo, un consejo: sé frío, sé cauto, nunca des más datos de los que debes, nunca toques temas delicados, sobre todo si quieres ser pendejo y en el fondo no lo eres, no te sensibilices antes de lograr el objetivo... Eso no lo medí: allí estábamos ambos contándonos nuestras vidas y yo, mirándola, satisfecho porque había recuperado a alguien que en algún momento de la vida había perdido... a alguien que se ocultaba detrás de un mar de protección: aquella chica de la que me había enamorado alguna vez. "¿Por qué no?", me pregunté. "Seríamos la pareja perfecta, mucho más ahora que nunca". Y de pronto dejé de ir al choque y ella me atiborraba, para variar, con más sonrisas, abrazos y frases lindas. Luego la sentí un poco tocada por el alcohol y decidí acompañarla. "¿La beso?", maldito interrogatorio. "Si lo hago me puedo ir al infierno y ahora mismo no debería comprometerme. Quiero ir a París y, además, otra vez estamos jugando el mismo juego. La situación es muy parecida al pasado. No quiero terminar siendo nuevamente el idiota choteado. Por si fuera poco, me gusta también un hielo... ¿por qué meterme en más líos? Mejor ir con tranquilidad". Con la decisión tomada, seguimos juntándonos y la cuestión no dejaba de ser ambigua, ya que no terminaba de entender sus mensajes.
Otro día, poco después del anterior me aseguró que no tenía planes de volver con el tipo que hacía poco le había hecho sudar la gota gorda. Fue un avance. Sin embargo, a mitad del afane me dejó plantado en una cita. Renegué, maldije, puteé a todo por todo... y cuando volví a mi casa la noticia: aceptado en la Sorbonne, algo que le conté posteriormente. Ella se alegró por mí. "Te voy a extrañar", afirmó. "Yo sabía que en algún momento ibas a poder ir para allá".
Hace unos días recibí un mensaje suyo: "Te extraño. Me haces falta", en resumen. Ella había vuelto hacía ya unos meses con el sujeto con el que supuestamente no iba a volver y me enviaba una nota así de rosa. Le conté por delicadeza, curiosidad e ilusión la nueva nueva: "Es probable que este por volver a Lima". Después de saber mis razones, ella se alegró por la posibilidad de encontrarnos, "que bien, amigo", expresó... y lo siguiente de su parte fueron gestos de sonrisas, abrazos y frases lindas.
La chica de humo - Emmanuel
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