Por la noche, dos amigas rumanas y yo nos encontramos en la estación Passy y nos dirigimos a la soirée del Péniche River's King. En la entrada habían tres sujetos encargados de la seguridad y el acceso. Cuando nos acercamos, uno de ellos nos preguntó a dónde íbamos y, desde luego, le respondimos que a la fiesta. En el acto, otro nos aseguró que si no teníamos tickets no podíamos entrar (algo que no se señalaba en ningún momento en la publicidad del evento). "Desde luego que no los tenemos, los vamos a comprar", y un tercero, un tipo gordo y moreno, nos contestó -extrañamente- con ironía: "No me hicieron caso, entonces no los dejo entrar, así de simple". Fue tan extraño que al "quejarnos" con el equivalente a lo que en Lima sería un serenazgo este nos dijo: "Très bizarre, qué lástima que los hayan tratado así, lo siento". No había nada de raro en nuestro actuar, salvo que era obvio que los tres somos extranjeros. Sobre eso, éramos dos mujeres y un chico, ¡genial!, pues en París no dejan entrar a las discotecas a grupos formados solo por hombres o por muchos hombres y pocas chicas, lo cual deja eso de la liberté y la egalité tirando cintura. Ya la fraternité había sido dejada de lado. Como la noche aún era joven y teníamos que hacer lo posible por pasarla bien, nos fuimos buscando baile al Duplex, una discoteca ubicada muy cerca del Arco del Triunfo que tiene la particularidad de contar con dos pisos, cada uno con un tipo de música distinto al otro.
Sobre esto último, a pesar de que todo el tiempo trato de divertirme con lo que tengo a la mano, debo aclarar que no me gusta la música que pasan en las discotecas parisinas, ni siquiera en las que juran tener una "noche latina", pues aquí asocian "latino" con un "reguetón" que dios sabrá de qué parte de Latinoamérica vendrá. Por si fuera poco, cuando pasan alguna canción medianamente divertida -para nosotros, los latinos- como Ai se eu te pego (XD), los DJ's la destrozan remixeándola, algo que nos pasó anoche con I gotta feeling de los Black Eyed Peas. Asimismo, llega un momento de la noche en el que uno la tiene que pensar bien si quedarse o pollitos en fuga, pues los metros solo pasan los fines de semana a más tardar hasta las dos de la mañana, luego de eso toca tomar taxi para volver a casa (que no es algo práctico, sino carísimo) o esperar en el local a que las estaciones abran, golpe de 5:30 a.m. Ergo: si no la estás pasando bien y ya no hay posibilidades de coger un tren, pues caballero toca aguardar hasta que canten los gallos con el cansancio y el aburrimiento encima. Por eso, uno puede llegar a sentirse cenicienta en París, solo que en lugar de un príncipe azul hay que lidiar con los controladores.
Pasando a lo que a ustedes les gusta: si se es varón, hay que tener las pelotas bien grandes o el dinero suficiente para levantar (sí, gozones, seguro eso querían saber). Lo de no poder ir a un local solo hombres no lo entiendo, pues si necesariamente tienes que ir con chicas para poder entrar, ¿cómo haces para decirles "amiga, te dejo bailando sola porque yo voy a ir a hacerle el habla a esa rubia que está más buena que el pan"? Por otro lado, las chicas son super mmmf, saben lo que quieren y están para cualquiera que la sepa hacer (bueno, nunca tanto). Asimismo, los chicos parecen cazadores al asecho de toda presa, sea rala o taipá. Estos pueden llegar a ser muy intrusivos (e incluso prepotentes y agresivos), tanto que llegan a desesperar, pues no entienden lo que es "no" y primero aprietan antes de preguntar "habla, ¿vas?" (eso en Lima sería causal de golpe directo al caramelo). En mi grupo de dos mujeres y un hombre soy, por ejemplo, invisible. Los tipos vienen a hablarles a mis amigas como si yo no existiera (eso en Lima sería causal de golpe directo a las boloñas), aunque para mi buena estrella y ego, cuando esto ocurre ellas se me pegan y les dicen "estamos con él". Lo que sigue a eso es mi guiño de ojo y una frase: "Man, I'm a lucky guy".
Si no hay billete, no te la puedes pegar en una discoteca en París. La de anoche tenía unos precios de infarto: un shot de tequila estaba 11 euros, la chela igual. Después de los 20 euros de la entrada, "hablaos causa". Lo curioso es que una botella de vino decente cuesta cerca de cuatro euros en un supermercado y la cerveza en un bar (como los de la rue Mouffetard) cuesta tres euros la pinta, así que si estás misión imposible una discoteca parisina no es un buen lugar para tomar alcohol, por el contrario, sí es un buen lugar para llegar mamado, aunque, claro, si estás ebrio corres el riesgo de que no te dejen entrar: una con otra. Honestamente, yo sigo pensando que no hay nada como el Centro de Lima para tonear: previas con una catedral en el Bolivarcito, bailar en El Directorio tomando unas Pilsen al polo, seguirla en el Bichama con unos márgaros y terminar desayunando pollo a la brasa en el Beguis de Colmena a las seis de la mañana, ¿qué más se le puede pedir a la vida?
PD: De las cosas más raras que me han pasado aquí en estos trotes menciono dos: 1) Entro al baño de hombres de una discoteca y me pongo a hacer fila para pasar a los urinarios. Habían dos, con dos tipos haciendo su negocio. De pronto, uno de ellos le empezó a ver la cuestión al otro y se ponen a conversar. El observado volteó luego con su vaina en la mano y me empezó a preguntar si me parecía que era grande o pequeña al tiempo que insultaba al otro tildándolo de ¿gay? ¿mirón? ¿criticón? Como mi mente latina no pudo con la escena me fui a hacer cola a un cubículo. Cuando se abrió el que esperaba, algo más razonable ocurrió: de él salieron un hombre y una mujer: provecho. 2) "Ustedes los latinos son muy conservadores", me dijo una amiga francesa al ver mi sorpresa por la disposición de los baños de hombre y mujer en el Club Mix: el mismo ambiente para ambos géneros. Chicos a los urinarios. Chicas a los cubículos. Uno puede estar meando mientras el reflejo de ello es trasmitido por el espejo a todos las personas que se encuentran aguardando su turno, sin distinción de sexo, color, orientación, tamaño o religión. Nunca tomé una sola cerveza en ese local.
PD: De las cosas más raras que me han pasado aquí en estos trotes menciono dos: 1) Entro al baño de hombres de una discoteca y me pongo a hacer fila para pasar a los urinarios. Habían dos, con dos tipos haciendo su negocio. De pronto, uno de ellos le empezó a ver la cuestión al otro y se ponen a conversar. El observado volteó luego con su vaina en la mano y me empezó a preguntar si me parecía que era grande o pequeña al tiempo que insultaba al otro tildándolo de ¿gay? ¿mirón? ¿criticón? Como mi mente latina no pudo con la escena me fui a hacer cola a un cubículo. Cuando se abrió el que esperaba, algo más razonable ocurrió: de él salieron un hombre y una mujer: provecho. 2) "Ustedes los latinos son muy conservadores", me dijo una amiga francesa al ver mi sorpresa por la disposición de los baños de hombre y mujer en el Club Mix: el mismo ambiente para ambos géneros. Chicos a los urinarios. Chicas a los cubículos. Uno puede estar meando mientras el reflejo de ello es trasmitido por el espejo a todos las personas que se encuentran aguardando su turno, sin distinción de sexo, color, orientación, tamaño o religión. Nunca tomé una sola cerveza en ese local.
Feel so close - Calvin Harris
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