jueves, 6 de junio de 2013

Bitácora de un gato en París: De boleto

No dormir puede ocasionar consecuencias funestas para la salud. En principio, no dormir atenta contra la concentración, produce somnolencia, malhumor y torpeza, y una paulatina pérdida de la proactividad. Por ellos mismo, una persona debe dormir -aunque esto dependa de cada organismo- en promedio entre 7 y 9 horas diariamente para mantener un cuerpo entusiasta y todoterreno. Por si fuera poco, dicen los que saben, es decir, los expertos, que el dormir poco o mal puede hacer que el cuerpo produzca más sustancias químicas y hormonas que pueden producir enfermedades cardíacas, aumentar el riesgo de cáncer y de diabetes, la pérdida de la memoria y conducir a la obesidad.  Asimismo, en condiciones experimentales han comprobado que tras 72 horas sin dormir un ser humano empieza a producir, de manera involuntaria, microsueños que tienen una función regenerativa. Sin embargo, como un microsueño no es "dormir dormir", durante este el nivel de vigilancia disminuye así como la capacidad de juicio en una situación de riesgo (algo terriblemente peligroso cuando se está manejando un vehículo, por ejemplo).


Bueno, todo ese floro para empezar a contar lo que me pasó ayer, luego de haber dormido apenas unos 30 minutos en un lapso de 48 horas, y justificar el haberme comido un paradero por quedarme jato, por primera vez en mi vida, pues por lo general mi cuerpo "me pasa la voz" cuando ya estoy llegando a mi destino y me despierto presto a decir "chifa baja" o "cartel baja" y a hacerle caso al cobrador y a su "pie derecho, pie derecho". Nada sirvió esta vez. 
Mi día había iniciado saliendo de una discoteca cerca de Les Champs Elysees junto a dos amigas rumanas a quienes despedí en la gare Charles de Gaulle-Étoile. Hasta allí todo bien. Me hubiera ido a dormir chez moi (a mi cuchitril, pe), pero decidí irme "de boleto" a la casa de unos amigos peruano-belgas, pues había quedado con ellos en recoger a sus hijas a las 11 de la mañana de sus clases de música. Chapé entonces mi RER Línea A rumbo a Bry-sur-Marne‎ y, literalmente, llegué con el pan bajo las primeras luces del día, ya que camino a su hogar pasé a comprar una baguette.
Honestamente, yo hubiera cambiado la vista al Arco del Triunfo por un Begui, el fantástico pollo a la brasa que siempre me pareció el más rico del mundo, me imagino, por las condiciones en las que lo consumía: con litros de alcohol en la sangre (bueno, nunca tanto), a las 5 de la mañana, y luego de salir de tonear de algún local del Centro de Lima. Un desayuno de campeones. 


Tras cuidar a las niñas y dejarlas en manos de sus progenitores golpe de 6:30 de la tarde, me fui directamente hacia Les Tuileries. Allí me junté con unos amigos colombianos con quienes había quedado en hacer un pique-nique explotando el buen clima. En el tren aproveché para mandarme una "cabeceadita" de aproximadamente mil 800 segundos (¡santos 30 minutos reparadores!) y una vez en el lugar del encuentro, risas van, risas vienen; tres vinos, algo de huancaína, algunas carnes, zanahorias, pan y sonrisas me devolvieron al mundo de los vivos por un rato. Chau compadres y otra vez al ruedo del RER, que demoraba horrores mientras yo, reclinado sobre una máquina expendedora de bebidas gaseosas, peleaba por no perder la conciencia. 
Luego de ayudar a un grupo de turistas españoles que se dirigían hacia Disney y no sabían si aún pasaban trenes hacia su destino, me trepé al transporte más próximo y, sin querer queriendo, me entregué a los brazos de Morfeo confiando en el instinto que siempre me ha despertado en trámites similares, perooo... esta vez me abandonó a mi suerte, ya que cuando me dijo: "Oe, causa, se te va el tren", literalmente vi como las letras del panel que reza Saint-Maur-Créteil, la estación en la que me bajo para llegar a casa, pasaban ante mis ojos velozmente... y como en París no hay eso de "Pare, pare, baja, baja, ¡baja!" me tocó descender en la siguiente estación, Le Parc de Saint-Maur, solo para decepcionarme al darme cuenta que ya no iban a pasar más trenes de vuelta. A caminar se ha dicho por zona desconocida a pulso de instinto, sí, el que me había fallado hacía unos instantes, armado de algunas canciones que llegaban a mi cerebro con la ayuda de mi reproductor mp3. Cantando Es por ti, Y puedo vivir del amor, La melodía, Llamado de emergencia, Mi dulce niña, entre otros, llegué sorpresivamente bien a mi humilde morada, sin dar vueltas al azar y gritando los coros como loco calato por las calles indómitas. Allí aún estaba despierto el buen Mariano. 00:53 horas y me quedé conversando con él unos 40 minutos más, conchudísimo, hasta que me dijo: "Tengo sueño, me voy a dormir", y recordé que yo también, que era hora de volver a aquella cama que no había visto en las últimas 48 horas.
Zzzzzzz... buenas noches.

Es por ti - Cómplices

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