Supuestamente mi grupo y yo teníamos que tomar un tren anoche y llegar hoy por la mañana a París, sin embargo, ¡oh, Francia!, una huelga lo canceló, así que, caballeros, resolvimos quedarnos en el hotel más barato y disponible que encontráramos... y lo que pasó fue que pasamos de alojarnos en un fantástico estudio en Cannes, que hasta cocina tenía, a una suerte de cuchitril en Nice, con baño compartido, con una ducha malograda -también compartida- y una puerta que apenas y cerraba, todo por el mismo precio.
Entonces, nos aferramos a una noche super linda, al borde del Mediterráneo (en la que extrañé, ¿sí, buenas?, la Costa Verde limeña) y a una mañana en la que la novedad era montarnos en un TGV (Tren de Gran Velocidad) al margen del mal rato del intento anterior por volver a nuestra ciudad cobija. Con la sonrisa congelada, en la estación nos recibieron luego con un "no tienen asientos reservados, así que van a ir parados", mon dieu, c'est la France.
Afortunadamente, mi grupo y yo, separados por las ingratas circunstancias, conseguimos hacernos con sendos lugares y no sudamos la gota gorda como sí la sudaron muchas personas, turistas en su mayoría, que no sabían, como nosotros, qué era lo que estaba ocurriendo (una pena que la información solo la pasaran en francés). Asimismo, producto de la cantidad de pasajeros, el tren de gran velocidad marchó como un tren regular y, si bien anunció al inicio del viaje que llegaríamos a París con un retraso de 15 minutos, sobre el camino se anunció otro de dos horas, lo que dio un gran total de ocho horas de lento andar hasta que, finalmente, vi con alegría el letrero que reza Gare de Lyon. París al fin, excelente noticia. Y así terminó un voyage pintoresco, que en líneas generales fue bastante bueno, pues no todos los días uno puede bañarse en Nice o en Cannes o comerse un penne arrabbiata a media cuadra del Casino de Montecarlo.
Tren al sur - Los Prisioneros
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