Con Locomotion fuera de carrera, si bien la aparición en el cable de Animax me pareció interesante, me demoré bastante tiempo en confiarle algunos minutos de mi día porque en su programación no sabía a alguno de los animes que me había marcado su predecesor, como Evangelion, Bubblegum Crisis Tokyo 2040, o Saber Marionette. No fue hasta que vi por la tele la imagen de un adolescente -rubio, casi enano- caminando por las calles de una ciudad bucólica junto a otro metido dentro de una enorme armadura que empecé a prestarle más atención. Así empecé con Fullmetal Alchemist.
Tras un par de comentarios de mi primo Giovanni (uno de mis consejeros en materia de animación japonesa) -"parece para chibolos, pero es bien chévere”- y tomar la decisión de seguirlo, me di con la magna sorpresa de encontrarme ante una trama lo suficientemente compleja como para rayar al más fumeque y lo suficientemente cuerda como para enganchar al menos hincha.
En primer lugar, no había un joven metido dentro de una armadura, la armadura, digámoslo así, caminaba sola gracias al sacrificio del pequeño rubio, llamado Edward Elric (12), quien tuvo que “entregar” su brazo derecho mediante alquimia para salvar el alma de su hermano menor, Alphonse (10), luego de intentar de forma fallida resucitar a su difunta madre empleando una técnica prohibida en su universo: la transmutación humana.
Edward, que también perdió su pierna izquierda durante el proceso, recupera su movilidad a través de unos implantes metálicos llamados automail (de allí el nombre de la serie), y parte en pos de una nómade aventura junto a la armadura andante, su brother, con el objetivo de apilar la suficiente experiencia para recuperar sus miembros perdidos y el cuerpo de Alphonse vía la aparentemente utópica piedra filosofal, por la que tendrán que enfrentar mil y un conspiraciones, hartos peligros, la muerte de sus seres queridos, y madurar violentamente en el proceso.
Lo que más me gusta de esta serie es la llamada primera ley de la alquimia, mejor conocida como la equivalencia de intercambio: “Para ganar algo, algo de igual valor debe perderse”, la cual es, generalizada, el consuelo y determinación por el que, por ejemplo, millones de personas apuestan por trabajar duramente confiando en que a mayor esfuerzo, mayores recompensas, o la extensión de cada quién en este mundo recibe lo que merece, pero ¿en serio las cosas funcionan de esa forma? Así, ante los problemas y callejones sin salida, los hermanos Elric empiezan a cuestionar sus objetivos y la manera en la que han vivido durante su corta existencia.
Algunas citas:
Edward Elric: Sé que si hago mi mejor esfuerzo seré recompensado, y creo que eso se aplica a todos nosotros, no importa en donde estés, si trabajas duro obtendrás tu recompensa, sé que la equivalencia de intercambio es cierta. Si es infantil creer en esto, entonces que lo sea, prefiero ser considerado un niño, que seguir una doctrina de cinismo, caos y apatía, pensé que no me importaba, que no necesitaba creer en nada, pero estaba equivocado.
Hohenheim: Sentí alivio al saber que la ley de equivalencia de intercambio no era cierta, que las personas no siempre son forzadas a pagar un precio para obtener algo de valor a cambio, porque incluso si viviese mil vidas nunca podría hacer lo suficiente para merecer el regalo de mis hijos.
Alphonse Elric: Sigo pensando que la gente no puede conseguir algo sin pagar algo a cambio. Todo el dolor que pasamos estoy seguro de que fue el precio más que suficiente. La gente que se esfuerza sabe que tarde o temprano obtendrá su recompensa.
Ready steady go - L'Arc~en~Ciel / I will - Sowelu
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