sábado, 20 de julio de 2013

Bitácora de un gato en París: Así es París, c'est la France

Lo dice mi amiguísima (y mexicanísima) Gabriela: "París es como una mujer", y yo pienso en todo lo que ello significa, sobre todo si se trata de una mujer "loca": "La puedes odiar, amar... pero siempre vas a sentir algo por ella. Te puede tratar bien, otras veces mal, pero cuando te sonríe te olvidas de todo. Es linda, sobre todo cuando se adereza. Es engreída, terca, a menudo intransigente, pero de pronto te puede mimar y hacer sentir el ser más especial del mundo por andar con ella". Terminar con París es como terminar con la persona que creías era el amor de tu vida.
Hace unos días recibí un disparo en la cien, distinto a cualquier otro que haya recibido antes (que los he recibido y sobrevivido): No me aceptaron en el Máster 2 de la universidad que me tuvo durante parte del año pasado y este 2013.
Mi primera reacción, debo admitirlo, fue ponerme triste, luego me deprimí y lo que hice fue hacer lo mismo que he hecho en París cada vez que he debido de tomar alguna decisión importante o enfrentarme a algún problema jodido: caminar. Y como siempre, desde luego, llegué hasta mi lugar favorito en esta ciudad, la Torre Eiffel, a llorar mis penas ante el gigante de hierro que he soñado con ver desde que tengo uso de razón. En ese momento estaba más tranquilo.


Cae la noche. Todo lo que he aprendido no se pierde. Quedan los recuerdos de una época linda en la que se dejó todo y se vivió con muchas ganas. Desde hace unos meses me preguntaba qué es lo que más extraño de Lima y la respuesta era siempre la misma: más allá de su gente, de MI gente, todas aquellas cosas que fueron parte de mi durante los últimos años. Es gracioso que muchas veces me haya sentido solo en París, deseando volver. Si en esos momentos me hubieran dicho "regresa a Perú", lo hubiera hecho sin dudar y sin ningún tipo de remordimiento, ya que en algunas situaciones, lejos de ser un dulce sueño, todo esto parecía una pesadilla... una pesadilla que yo mismo transformé en optimismo. Contra eso, no voy a negar que he sido muy feliz aquí y que me he enorgullecido por cada paso que he dado. Quizá no esté del todo bien adaptado, pero estoy tranquilo, y bajo ese sentimiento es mucho más complicado aceptar que si he de volver no sea por una decisión mía, sino por algo impuesto, por la horrible forma en que funciona el sistema francés y sus instituciones (las universidades, en mi experiencia), tan estresantes como un cláxon de tico sonando a dos centímetros de las orejas o una espera interminable.
"Es una pena, te voy a extrañar", me dijo anoche una amiga rumana. La expresión en su rostro, adornado por sus hermosos ojos verdes, me rompió el corazón. Fue en medio de un concierto abierto, realizado frente al Hotel de Ville de París. Yo entristecía, porque pensaba que ese tipo de cosas me iban a hacer falta: la enorme capacidad que tiene esta ciudad de sorprender y los amigos que hice a pulso. Luego fuimos a bailar a lo que se suponía era una soirée latina y nos aburrimos la mitad del tiempo ante el monótono reggaeton. Entonces pensaba: "Me hace falta el Mirador o alguno de esos lugares en Lima en los que mis patas y yo nos podemos amanecer sin aburrirnos. Me hace falta mi música. Además, allá también tengo amigos y planes".


Creo que el golpe aún duele, pero hay razones para pensar que si da lo peor -que en realidad no sería "lo peor": regresar a Perú- no es el fin del mundo. Honestamente, yo creí que iba a volver de "turista" primero y luego a quedarme definitivamente allá... y ante esta última idea siempre se me presentaba el pánico: "¿y si una vez en Lima extraño Francia?". Ergo: si estoy obligado a retornar, voy a despejar de una vez cualquier duda y si finalmente me doy cuenta que prefiero la vida europea, pues habrá que pelear por ella... y para pelear y conseguir las cosas que quiero -a excepción de las mujeres- soy un capo. De pronto, se me viene también algo que me dijo Gabriela el día en el que le conté que quizá debería partir y no nos volveríamos a ver: "No te preocupes, te aseguro que si te toca irte ahora de París nos vamos a volver a ver en algún otro momento, de repente en alguna otra parte del mundo". De pronto, también, recordé lo que me escribió Julian, un colocho buena onda, cuando se enteró de todo este asunto: "Diego, viejo, tiene que conocer Colombia. Apenas pueda, tenga por seguro que yo voy a ir a Perú".
Este viaje, esta vida aquí me ha enseñado mucho (como que el orbe es inmenso y ¡puede ser recorrido!). Sin duda soy un mejor tipo en comparación al que era hace un año. Soy mejor que ayer. Mañana seré mejor que hoy. Hay que crecer siempre: esa es la idea, sino ¿cómo se avanza?

No te animas a despegar - Charly García

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