lunes, 19 de marzo de 2012

Y se ríe, se caga de risa

Ya lo advertía la interesante sabiduría de El espíritu de los cínicos, "Dios se ríe de ti cuando..."
... Cuando te encuentras en un momento en el que lo quieres mandar todo al diablo y, en lugar de un salvavidas te lanza una piedra, solo para saber si eres lo suficientemente idiota como para confiar y cogerla -y, por ende, hundirte- o lo suficientemente fuerte para aguantar la tentación y seguir nadando, así sea contra la corriente... aunque sabe que uno es humano y, ergo, la puede terminar regando...
Veinticuatro horas atrás me preguntaba lo siguiente, preso de una nostalgia felizmente racional y tras haber visto por segunda vez la película Days of Summer: ¿Cómo alguien que ha llorado en tus brazos, que se abrió con uno como nunca lo hizo jamás con alguien, y que compartió tantos momentos gratos puede un día mandar todo eso al limbo y olvidarte como se olvida un dolor de cabeza que nunca llegó a migraña? Respuesta: Porque esos momentos no significaron lo mismo para esa persona (primicia, chocherita). Lo especial solo está en la mente de quien lo cree así.
Hay una parte en esa cinta que personalmente me encanta y me parece brutalmente cursi: la parte en la que la chica protagonista le está contando un millón de cosas al chico protagonista y una voz en off dice algo así como "mientras escuchaba, Tom se dio cuenta que estas no eran historias que se le contaban a cualquiera, porque tenían que ganarse, se preguntaba si alguien más había tirado abajo ese muro, y entonces las siguientes siete palabras lo cambiaron todo... nunca se lo había dicho a nadie".
Antes pensaba así, pero ahora creo que cuando uno cuenta algo que te acojona por primera vez, las siguientes veces -con x personas- es mucho más fácil, así que no es la gran cosa... uno puede tener el mérito de haberse tirado abajo ese muro, pero el terreno lo termina invadiendo alguien más efectivo y rápido, alguien que aprovecha mejor la oportunidad.
Tonterías al margen, y a lo que iba, últimamente he estado hecho una piedra, porque la situación lo amerita. De pronto, me empiezo a sentir mejor, decido ir a un lugar al que me empuja el resto y me digo, "¿por qué no?". Y voy. Y me encuentro con gente a la que hace mucho no veía y todos me saludan felices. Y yo feliz, empiezo a pensar que la tormenta está pasando y bajo la guardia ante la necesidad de paz y la de no andar a la defensiva. Entonces, porque Dios existe y se quiere reír un ratito, la pone frente a mí, a la chica que me rompió el corazón y me empujó a transformarme en el tipo desconfiado y alpinchista que ahora mismo tengo por escudo, y yo, porque soy humano y tonto y pavo, me le acerco y le digo "hola", y mientras lo hago un escalofrío maligno me paraliza. En instantes, solo atino a mirarla, a darme la vuelta y a decirle "chau"... y eso fue suficiente para arruinarme la poca alegría que había con esfuerzo conseguido juntar... camino luego a lo loco, por la calle, tratando de calmarme... pienso que no debo darle importancia porque "hay peores fantasmas de los cuales preocuparse", que ese Gasparín que acababa de ver no tenía razón para desanimarme,  y ¡chan!, me cruzo con un hijoputa amigo de mi ex ex y este hijoputa me pregunta por mi ex ex: "¿Qué sabes de ella?"... "¿Por qué cojones tendría que saber algo de esa mujer?". Y alguien en el cielo cambia la risa por una carcajada con revolcada en el piso. 

PD: También se le conoce como Ley de Murphy.

Demasiada presión - Los Fabulosos Cadillacs

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