sábado, 14 de diciembre de 2013

Y no salimos de las sombras II

Acabo de apagar mi segundo cigarro. Mi ansiedad ha llegado a límites que no son nada saludables. Mi corazón es un desastre y debo admitir que he llorado escuchando algunas canciones tristes.
Mi receta ante la pena siempre ha sido oír música pachanguera y sonreír mucho, pero ahora mismo no tengo ganas de nada más que de dejarme absorber por la oscuridad de mi habitación. El circulo ha vuelto a su estado habitual. Salvo la desesperanza, todo está como hace un mes, como si todo lo ocurrido en las últimas semanas hubiera sido tan solo un sueño.
Hace unos días estaba muy optimista -y otra vez, claro está, la felicidad es efímera bla bla bla-, tanto que incluso me crucé con una ex, una de las pocas con las que no me llevo bien, y pensé "se ve que está contenta, ¡qué bueno!" sin ningún tipo de malicia. Fue sincero y entenderlo así, por ello mismo, me pareció fantástico: "estoy tan contento que quiero que todos estén contentos también", pensé. Qué tal baboso.
Me había estado cuidando muchísimo de no comprometerme, pero al final lo hice y lo que pasó fue un golpe directo. "No te ilusiones huevón", pero ya era tarde. Y entonces, como si lo supieran de instinto, las que siempre han estado detrás aparecieron en caída libre.
No sé si esta sensación de vacío y pena sea por ella per se o porque todo me ha recordado, una vez más, que aparentemente solo ha existido en mi universo una persona capaz de haber considerado mi amistad como la base de una buena relación más íntima, lo cual me altera, me da rabia. Con esas, y para demostrar que dios se ríe de nosotros cuando... buscando mi camiseta extraviada del Sporting Cristal me topé con un antiguo álbum de fotos en donde esta persona y yo dábamos rienda suelta a nuestro cariño en cada imagen. Obviamente no me estoy cagando de risa. Y si alguien arriba piensa que esta es una ironía saludable, que la xupe.     

Tu locura - Gustavo Cerati

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