martes, 14 de mayo de 2013

Bitácora de un gato en París: Vos sabés

El amor de un padre a un hijo no se puede comparar... cómo poder explicarte... ¿cómo poder explicártelo? ♫



A estas alturas del partido creo que ha quedado claro que uno de mis más grandes sueños era poner mis dos pies en Francia para estudiar una maestría, algo que felizmente estoy haciendo... pues -paren las rotativas- siempre he tenido otro: tener un hijo o hija.
Como le dije a mi papá hace unos instantes a través del auricular de un teléfono, "si fuera por mí tendría un chuckie ahora mismo".
Tengo buenos padres: por un lado, un papá sabio, que se preocupa por la felicidad de sus hijos, y por otro, una mamá encantadora, que podría sacrificar hasta su vida por sus crías sin perder la sonrisa. Y quizá sea ello lo que ha sembrado esa semilla en mi corazón, aunque -creo- hay algo más, y es mi complejo de Superman. Pienso: si me encanta -y hasta me obligo a- velar por la dicha del resto, ¿acaso no sería mejor proyectada toda esa energía sobre un hijo? Esa es mi teoría.
Lo cierto es que hace unos años, bajo una relación aparentemente estable, mi pareja de entonces y yo planificamos salir embarazados por estas épocas, pero la vida es vida, y es dura, y los planes no siempre se desarrollan como están sobre el plano, así que toda esa especulación se quedó como la leche derramada de la fábula... Luego me costó. Durante meses no podía ver ningún niño, ni los de mis amigos, ni los de la calle, porque partía en un llanto irreparable, hasta que me recuperé y volví a la carga, mucho más optimista que jamás y fiel creyente de que las cosas pasan por algo: hay que hacer planes, sí, pero no aferrarse a ellos como si fueran infalibles.
Aquí en París me ha tocado ser babysitter de un par de niñas, hijas de unos amigos, una pareja peruano-belga. Muchos podrían pensar en eso como una chamba pesada, pero para mí es como aprender a ser padre tomando lecciones gratis, pues con el transcurso de la experiencia pienso y repienso qué es lo que me gustaría para los míos, cómo es que podría tratarlos... cómo educarlos.


Me encanta jugar con ellas, conversar sobre literatura, cine y música. Verlas emocionarse por cosas simples y, sobre todo, aprender... crecer. Esto ha reforzado, a su vez, mis deseos de trabajar en algún momento educando, sobre todo, a aquellos pequeños que no tengan tantos recursos como otros más afortunados.
Volviendo al inicio... y hablando de padres, como comenté hace unos instantes terminé de hablar con mi viejito, un gusto que hoy ganó un sabor particular porque la conversación tuvo un tono sensible a partir de un tema que, honestamente, creía nos llevaría por un sendero espinoso: el futuro.
Sorpresivo fue escuchar su voz diciéndome que cuando decidí ser periodista, literalmente rogaba para que me arrepintiera sobre la marcha, aunque no me lo podía decir "porque no era bueno" desanimarme. "Sin embargo", me comentó. "Mírate ahora. Se te escucha muy contento y tranquilo".
Yo siempre voy a estar ahí, alegrándome por sus cosas. Lamentablemente no puedo reaccionar distinto a como dictan mis sentimientos. No puedo fingir que es Navidad... Siempre lo he dicho: lo importante es que sean felices, que estén tranquilos y sean exitosos a su estilo. A mi manera los preparo para que vuelen y me alegra que tomen sus decisiones, y si se equivocan, eso los hace más fuertes, pues los seres humanos no son infalibles y ustedes son buenos seres humanos, ¿acaso eso no es lo mejor? Mi felicidad es que estén aquí, en mi casa, y que no salgan nunca, pero esa es MI felicidad, no la suya... Algo que me gustaría ver es que encuentren pareja, ya que es importante que las personas tengan con quién andar en la vida, pero si bien te puedes preparar para postular a un trabajo o estudiar duro para aprobar un examen  no se puede hacer lo mismo para encontrar pareja. No es como ir al mercado o cocinar una torta, pero llega cuando menos te lo esperas.

PD: La respuesta es Alexandra o Gabriel.

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