lunes, 6 de junio de 2011

De solo a bien acompañado

Era bastante difícil que el portero se percatara de quién era de una sección u otra, así que, de vez en cuando, aprovechábamos que las clases de informática estaban en otro local, lejos de la sede principal del colegio, y salíamos junto con nuestros compañeros del “D” caminando, por la entrada, y nos escapábamos a jugar Super Nintendo o a tirarnos la pera en la casa de alguno de nuestros patas. Una vez, mientras tomábamos un cuba libre baratísimo —comprado a chancha y céntimos— nos acordamos que nuestra tutora debía darnos unas entradas ese mismo día (para un concurso folclórico), así que terquísismos decidimos volver… y volvimos a pasar, por la entrada, con los que regresaban del “D”, y una vez dentro a nuestro salón, y en nuestro salón la sorpresa de aquellos que se habían quedado. Recuerdo que tocaba matemáticas y el profesor de turno justo estaba pasando notas, así que ni cuenta se dio para suerte nuestra… el corazón latía rápido porque sabía que había cometido una fechoría, una travesura adolescente, quizá la peor que hicimos como grupo. Hoy en día, la mayoría bordea los 30, tomar es algo cotidiano (bueno, tampoco tanto XD) y la amistad aún nos une, como si no hubiera pasado mucho tiempo.


El “E”, tal como terminó la promoción de El Buen Pastor (BUP) de 1998, se formó dos años antes, luego de que los administradores de nuestro centro educativo creyeran conveniente chocolatear a los cinco salones que iban a formar su cuarto de secundaria.
Llegado a este punto, tengo que admitir algo: hasta entonces yo sentía que tenía compañeros. Claro está, confiaba en ellos, pero no, por ejemplo, lo suficiente como para contarles qué chica me gustaba o si tenía algún rollo en casa. No. Yo era más bien un chibolo frío, un tanto confundido por andar en medio de gente a la que sentía mayor y un millón de veces más sociable que yo (trastorno producto de pisar primero de primaria a los cuatro años); y dispuesto a enfrentar la vida y sus problemas solo, porque pensaba que eso da experiencia y fortaleza, que eso marca la personalidad.
De pronto, me vi rodeado de gente que me invitaba a salir, que se me acercaba a contarme qué había hecho el fin de semana o que me animaba si me veía algo alicaído (gajes de ser un romántico monse). De pronto, me vi formando parte de un grupo al que nosotros mismos y el resto de secciones empezó a denominar como “los gones” (denle la interpretación que crean conveniente), sobrenombre por el que aún se nos conoce y que fue fundamental para sentirnos identificados unos con otros, como "E", más allá de ser miembros de la misma promoción. Honestamente, creo que el cambio fue bueno y lo agradezco: aprendí que uno nunca está solo así quiera estar solo y me hice con un puñado de personas invaluables, que jamás fallan, que terminaron por conocerme mejor que nadie.

Ellos son así - Alejandro Sanz

No hay comentarios:

Publicar un comentario