domingo, 27 de noviembre de 2011

El hombre más anciano del mundo

Un día se sentó en el balcón de su casa para contemplar, con igual fascinación que cuando era niño, las innumerables estrellas que suelen impregnar la noche y le hacían desfilar por su memoria recuerdos de días más intensos. Parecía no perturbarlo la edad, la siniestra espera de la vida, el frío ondular del viento. En ningún momento pensó en sus arrugas, en ir a la cama… solo en aquél instante… aquél lindo instante… en el que la besó por primera vez y terminó convirtiéndose en el dueño de su alegría futura… y luego pensó en aquél otro instante… otro lindo instante… en el que se volvería a encontrar con esos ojos claros, con esa sonrisa tierna, y no se separaría nunca más de ella.

Lima, 13 de enero de 2003

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