Leí en mi antigua morada un post que me gustó, no por la forma en que lo había escrito, sino porque siento que todo sigue igual (o mejor dicho, que sigo sin entender nada)... vaya, ayer una amiga a la que conozco hace cerca de ocho meses me dijo: “Diego, has cambiado”. Así que en ese instante culpé al trabajo y a la partida de mi enamorada a Francia por lo ocurrido, y ahora que lo reflexiono mejor, me culpo también a mí mismo, ya que, por épocas, cuando siento que cierta cuestión me falta, cuando la nostalgia me embiste y algo, pequeño o grande, altera mi rutina, recaigo en la desesperante manía de recordar cosas tristes, y eso me vuelve más imbécil de lo que en realidad soy. En dichas circunstancias, basta una pequeña cosa que salga mal para iniciar el derrumbe de mi ánimo. Una verdadera tontería, desde luego.
Vuelvo a preguntar: ¿Hay algún método para controlar efectivamente las emociones? Y vuelvo a escribir el poema de Benedetti, pues me encanta:
El olvido no es victoria
sobre el mal ni sobre nada
y si es la forma velada
de burlarse de la historia
para eso está la memoria
que se abre de par en par
en busca de algún lugar
que devuelva lo perdido
no olvida el que finge olvido
sino el que puede olvidar.
Detalles - Roberto Carlos
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