viernes, 11 de mayo de 2012

Cuando comenzamos a nacer

Tenés una boca para hablar y comenzás a preguntar... y conocés a la mentira ♫



La inocencia es algo que se va perdiendo conforme van pasando los años. La experiencia la apaga, la guarda en su gloria. Sin embargo, creo que uno puede cambiar de todo, como en Viernes 3 am, pero nunca su esencia. Las personas, las circunstancias, el tiempo, etcétera. nos obligan a mutar una y otra vez, a mejorar o a retroceder, pero aquello que nos define permanece inalterable, ¿pero qué es eso que nos define?
Hace unos días hice un ejercicio: me imaginé en un momento de mi vida en el que creo haber tomado una decisión trascendental (formativa) e hice el esfuerzo de pensar qué hubiera sido de mi si hubiera hecho otra cosa... me vi entonces conociendo a otras personas, distintas a las que conozco hoy en día, estudiando otra carrera, modelando otra personalidad... quizá hubiera sido otro tipo, pero ¿me hubiera caído bien o al resto ese tipo?
La inocencia es algo que se va perdiendo conforme van pasando los años. Uno establece su forma de ser y la va puliendo con el tiempo hasta un punto en que es base. La gente que nos rodea nos ayuda y se presenta como un grupo de organismos a través de los cuales nos diferenciamos y vamos tomando conciencia de nuestra propia individualidad. A la larga, somos lo que somos gracias a los amigos que tenemos y los momentos que pasamos. Asegurar que uno es una nueva persona, como lo escribí antes, es darle una cachetada a aquellos que nos quieren tal cual somos en esencia. En conclusión: estamos, crecemos, alteramos aquellas cosas que se pueden alterar, y otras no se tocan porque están tan arraigadas que ni con espátula, sean buenas o malas.

PD: Sobre lo último hay una fábula, al parecer, de Esopo, llamada "El escorpión y la rana". Muy ilustrativa. 

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