Hay momentos en los cuales uno no tiene el poder de decidir qué ocurrirá con tal o cual cosa porque las circunstancias nos imponen nuestro propio porvenir. Este domingo 23 de mayo miles de personas en el mundo tendrán ante sus ojos algo que han deseado y temido al mismo tiempo: observar el capítulo final de una de las series de televisión más importantes de los últimos años.
Debo admitir que recién seguí a LOST en el año 2008, el día en que un emocionado Henry López, cobloguero de Dimensión Lost, me preguntó si no había visto alguno de sus capítulos cual líder religioso que busca enganchar a más gente a su secta. “Nooo”, escuché de pronto en coro. “Te va a querer hacer fan a ti también”. Y finalmente así ocurrió. Vi la primera temporada y no paré hasta volverme uno de sus seguidores a ultranza.
¿Qué me gusta de LOST? Creo que todo… especialmente sus personajes y el saber que ninguno tiene la vida comprada en “la isla”. Antihéroes geniales como el rockero Charlie. Un maquiavélico malo como Benjamin Linus. Una pareja soñada como la formada por Desmond y Penny. La pelea de Locke por demostrase a sí mismo que podía. La primigenia actitud de Jack de no creer y, luego, su fe armada a partir de golpes y pruebas. La rivalidad de Sawyer y sus bromas. La hermosísima Kate (es decir!!!) y sus indecisiones en el campo amoroso (ja!). La relación de Sun y Jin. Sayid y sus demonios internos. Lo loco de Faraday…
Y se va, dentro de poco. Dejando seguramente en el aire muchas incógnitas y la sensación de que una serie tan buena debería de seguir, pero supongo que esta imposición de dejar al mundo sin LOST está bien, pues ocurre cuando la serie está en la cima de su popularidad y no en el bajón en el que muchas otras nos han dejado (X-files, por ejemplo). Y se va, ya casi, en apenas unos días…
Dos cosas: Mi nota en el suplemento Q y un comercial que lanzó la ABC como homenaje a los fanáticos de LOST de todo el orbe.
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