Como lo comenté en un post anterior, uno de mis sueños era ver a la Mona Lisa en vivo y en directo. Entonces, check. Sueño cumplido. Y no costó mucho. En realidad, nada... bueno, un poco... despertarme temprano, esperar a mis compañeros de depa, y salir, llegar al museo a las 9 de la mañana y listo (ah, y como unos 15 años de espera, más o menos).
Felizmente no había mucha gente a la hora en que llegamos. Si bien nos confundimos un poco al entrar, porque no sabíamos por donde hacer cola, terminamos ingresando por la Porte des Lions, algo que ya de por sí me ponía de buen humor y auguraba una buena jornada (dado el paralelo con mi chapa). Minutos después, sin darnos cuenta, ya estábamos frente a la dama. Yo, feliz, creyendo que no estaba allí, sonriendo como ella. Mis amigos: Igor, que ya la había visto, orgulloso por su condición de guía; y Mariano, buscando cómo hacerse una fotografía.
Sonríe
sonríe
sonríe mucho
que nada se arregla
con lágrimas
sino con optimismo
Sonríe
sonríe
sonríe mucho
que alegría llama
más alegría
y la sombra
no alcanza
aquello que brilla
con luz propia.
Eso. Quedé encantado con la zona de pinturas francesas y el sector de esculturas griegas. En este último nos esperaba una vieja huésped, también ilustre: La Venus de Milo. Bacán. Yo, triplemente feliz, no cabía en mi medio cuerpo.
Tras cerca de cuatro horas de visita, nos fuimos a buscar algo para almorzar. Un poco de pan con algún embutido y de vuelta a la acción. Terminamos aprovechando el día cayendo de cabeza en otro de mis postergados: Pompidou, aunque nada como el Louvre.
Cambio y fuera.
Mona Lisa - Nino Bravo
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