Ayer veía con mis roomates un reportaje hecho en Perú sobre lo abusivos que son los bancos en nuestro país cobrando intereses y la forma terrible en la que despellejan a quien pueden con eso de los créditos y los préstamos. Y bueno... todo mal. Aquí en Francia no sé como es la cosa (aún), pero lo que sí sé, porque lo estoy sufriendo en carne propia, es lo extremadamente lento que puede llegar a ser hacer una simple transacción (al menos en el banco en el que actualmente tengo depositado mi dinero).
Discúlpenme el medio berrinche...
Bueno, todo empezó hace como un mes cuando Igor y yo decidimos que era imprescindible entrar a formar parte del sistema financiero francés. "No sabes lo sencillo que fue", recuerdo que me dijo él una tarde cuando, documentos en mano, me mostraba el fruto de aquella decisión. "La chica que me abrió la cuenta me dijo que podías ir tú también, como coarrendatario del departamento que alquilamos". Ok. No hay problema. El banco nos lo habían recomendado los asesores estudiantiles de la Ciudad Universitaria de París. Por algo sería. Había una agencia cerca del hotel que él ya estaba dejando. Bacán.
Fui. No fue ningún problema abrir la cuenta, aunque me pareció raro que al cerrar el trámite no me dieran instantáneamente la famosa Carte Bleue. En el Perú, lo más parecido a ese bicho sería una tarjeta de débito, la cuál, por cierto, te dan presentando un documento de identidad y... nada más. Si al cabo de tres meses la cuenta no tiene plata (no la mueves), chau, la pierdes. En Francia tienes que presentar, además del pasaporte (que sería mi documento de identidad), una prueba de que vives en donde dices vivir, que en mi caso fue el contrato de vivienda (lo más gracioso es que, en muchos casos, no puedes firmar un contrato de vivienda ni nada parecido si no tienes cuenta en un banco... lo que hace del asunto de conseguir casa un círculo vicioso imposible de convertir en "llegué a la meta", pero de eso otro día).
Para recoger la Carte Bleue tuve que ir nuevamente a la misma agencia (no te la mandan a tu casa) y firmar algunos documentos más. Unos días después, en el correo de mi casa tenía un sobre con el código secreto y un segundo envío con una carta de un alto directivo del banco y... un tercer envío con una carta de la chica que me abrió la cuenta, que, desde ese momento, se convertía en mi "asesora de servicio". Elegante.
Primera joda: no puedo cambiar el código de seguridad con el que saco dinero del cajero. Si me diera la gana de hacerlo tendría que pagar un extra, algo así como 35 euros. Eso lo averigüe el día que fui a hacerme un depósito de 30 euros -para saber cómo se hacía- a una agencia X, no en la que abrí mi cuenta (que llamaremos desde ahora Y). En ese mismo momento, la segunda joda, más que joda, curiosidad: me llamó la atención que, en lugar de ventanillas, hubiera un escritorio atendido por una chica. "Gusta hacer un depósito". Desde luego. "Tiene que llenar esto". Un papel con mis datos personales, número de cuenta, cantidad del depósito (poner que dejaba el total en dos billetes de 10 y dos de cinco, ?). Luego de llenarlo, la señorita metió la plata en un sobre y me indicó que todo estaba listo. Una vez entré a mi estado de cuenta vía Internet, vi que la transacción, efectivamente, estaba en el sistema, pero figuraba como "en trámite". Al día siguiente, salía ya como "aprobada". Conclusión: lo del sobre no era un detalle visual: al parecer X tenía que mandar el dinero -en efectivo- a Y, e Y tenía que aprobar lo ocurrido. Ya se imaginarán lo que fue recibir una transferencia medianamente fuerte desde Perú.
Me imaginé entonces que en la agencia en la que abrí mi cuenta tenían una pequeña bóveda con mis iniciales en dónde se guardaban celosamente mis bienes.
Algo así:
Tercera joda: ayer descubrí que solo puedo sacar 160 euros por semana del cajero (en el Perú el máximo son 1500 soles por día, unos 420 euros). Hoy tenía que pagarle a la casera, así que decidí retirar algo de efectivo vía agencia. Fui nuevamente a X y allí me dijeron "no, si gusta sacar dinero tiene que ir a una agencia más grande". Como justamente había una en la estación de trenes que le seguía a la de mi casa, fui (llamémosle Z). Llegué. Vi que había algo parecido a una ventanilla en Z. Excelente. Al encontrarme frente a la persona que atendía le dije que quería sacar dinero. "¿Tiene chequera?". Esperaba que me hiciera un cheque a mi mismo. No. "Entonces tiene que comunicarse con su asesora y ella tiene que enviarnos un correo, una vez lo recibamos, ahí le daríamos el dinero". Merde. Resulta que no puedo tener acceso a mi propio capital porque tengo que pedirle permiso a alguien cada vez que lo quiera mover.
Solución: le pedí prestado dinero a uno de mis roomates. De aquí en adelante voy a tener que sacar el máximo permitido por semana y calcular, porque no me da la gana de llamar a mi asesora para hacer algo que debería ser más sencillo.
Welcome to the jungle - Guns and Roses
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